Friday, September 29, 2006

Paciente Mental. Estados Unidos, 1978
Don Rypka
Me hace falta separarte en estrofas. Otorgarnos por minutos el ruido de los ciegos, citarnos en las extremidades y desarmar el cuerpo. Prefiero soltar los labios, dejarlos andar minuciosamente, encontrarte siendo nadie, encontrarte naciendo desde el centro de tú extremo. Como si de repente mi mundo terminara en tu pecho unidos de repente sin palabras sin nada, sin temor a los años porque no los hay, porque no hay nada, ni amaneceres. Pensar…, pensar siquiera que sólo nos queda éste.

Wednesday, September 27, 2006


Plaga de langostas sobrevuela la ciudad de Cancún, México.

Elizabeth Ruiz (EFE)

Me da alergia la psicosis electoral, el civismo y las manos cruzadas. La pintura fresca en las aceras, el “no pase” en el ala este del hospital, las visitas esporádicas a los indígenas, el proyecto urbano con casitas lindísimas, el estrés de la inauguración, la neurosis de último minuto, el juego desquiciado a ser felices antes del 3 y la pancarta del país de los sueños. No soporto el estatus, la reputación, la clase, los discursos de media mañana con los sanduchitos a la salida, el protocolo, la mano en el bolsillo y el voto en la izquierda. Me parece absurda la oratoria de quien no pisó tierra, de quien no ha tomado guarapo e’ caña y a quienes la palabra “gente” les parece ajena. Me obstina quienes hablan de la gente en tercera persona, los idealistas de moneda, los faranduleros de discurso, los adictos de noticiero, los come periódicos que nunca creyeron cambiar el mundo, los ilusionados con banderas. No creo en un país que se dice construir con la gente pero mirando por su lao, donde la confianza está en las medias y el otro, el otro te quiere joder. Creo en quienes trabajan para servir en distintos tintes, en quienes no les ofende el resto, en quienes en resumen, no tienen complejos a vivir.

Tuesday, September 26, 2006

El cáncer sigue devorándose a mi gente y a quienes planean serlo. Se comió al tío Luis, a la vecina Cati, al amigo José, a la mamá de Carmen. Entonces tiene en lista a Ma. Gabriela, a la tía Amarilis, a Roberto con los dolores en el estómago y a Josefina que no le deja de mortificar la cabeza. VIH y Cáncer juegan a ser poderosos, a jugarse las vidas y apostar con células. Todo se aprisiona desde adentro, se arrugan las venas, las víceras no soportan más y los huesos sienten que estallan. Morir con los órganos desgastados es la muerte de moda porque si la tecnología está creativa para reinventar el cuerpo también será más creativa para reinventarse el descenso.

Sunday, September 24, 2006

Por estos días es preferible no decir nada, enrollarse la lengua hasta entumecerla. Acampar en la almohada, acallar las voces y ser blanco. Ser pasivo pero no vacilante. Es tiempo de digerir, pintarse de nuevo desde adentro. Sin más… ser el silencio ensordecedor de la nada. Pero hay mucho ruido interno que planea vomitarse. Lo divertido de esto es que no hay tristeza. No se trata de ello, muchas veces no se trata de ella. Significa pues la búsqueda pesada del sentido, de encontrar muchos sentidos y hacer profundidad en lo vacuo. No se puede pasar una vida sin contenido, y allí no se detiene la búsqueda.

Monday, September 18, 2006



Desde luego, ser genuino implica estar desnudo o incluso estar completamente cubierto por indumentaria china e incluso así ser genuino.

Los niños hicieron máscaras, algunos para adornar el rostro y otras para hacer de ella escudo. Me asombra como para ellos siempre fue un juguete, aunque a veces siento que José prefiere usarla en la semana y guardar las sonrisas para los sábados. Me preocupa que no sonría el resto de los días, que no se atreva a soñar y que no pinte, también que no le agrade la escuela o que quizás nunca se haya acercado a ella, porque quizás piense que esa clase de futuro es para otros niños. No requiere la fuerza aquello que la naturaleza misma está haciendo perfectamente. Pero no deja de preocuparme que su perspicacia lo lleve a otros caminos, aunque sepa más de la vida que yo, siempre serán los 10 años de un niño.

Siempre me ha encantado Christopher, porque es un niño en todos sus sentidos, la inocencia se le desborda en la sonrisa, y hasta en los piojos que osa llamar caspa. Es excelente narrador, disfruto preguntarle de sus días y escuchar de él con naturalidad como sonríe con la más absoluta sencillez contándome que fue a comer pollo, y que él se comió una piecita y que su hermana otra. Después sonríe, y me alegra saber que es un niño feliz en el medio de su descuido.

Lo cierto es que pintaron sus máscaras. Y yo sigo preocupada, me preocupa que yo esté sacando más provecho de esto que ellos mismos. Entonces así, no habría camino.

Thursday, September 14, 2006

IV

Regresé. Sin la prosperidad que había jurado mamá pero sí con mucha nostalgia. Fueron pocos los meses en Morichalito con la abuela Carmen. Tía Consuelo dijo que extrañaba mi nariz de esfinge que le recordaba el fracaso de otros, yo me reía de las ocurrencias que solía tener. En fin de cuentas en el pueblo se decía que terminó loca de la sequedad y de sus labios que ya no apretaban.

A los meses papá decidió levantar cabeza con la visita de un Don que le propuso empleo en una empresa del Estado. No objeté al destino, decidí embarcarme en el camino de papá y hacer familia. Sabía que partíamos del pueblo huyendo del rumor Quijada que a todas luces dibujaban cuernos en su frente. Papá protegía más que a mí, su orgullo Cada vez más se hacía evidente en mí la infidelidad de mamá. Más que bien miré hacia atrás desde el camión dejando tierra, patios traseros y los árboles de uvita playera que tanto me gustaban.

Hicimos vida en matanzas, en el campamento que la Siderúrgica del Orinoco (SIDOR), antes de la privatización, construyó para sus trabajadores. Vivimos por 8 años en paredes de hojalata, un poco de madera, techos de cinta aluminizada, en algo que los americanos, dice papá, llaman trailer. Con atardeceres metalizados, lluvias saladas, seríamos la familia atómica con carruseles de pellas.

Viví tranquila esos años. Los sábados acostumbraba a ir con María a la capilla donde recibíamos catecismo, recogíamos el diezmo y ayudábamos al padre. Recuerdo perfectamente mis zapatos blancos y mi falda azul con pelotitas blancas, era mi predilecta para ése día. El campamento americano que se nos construyó hizo las veces de un hogar seguro. Kinder, cancha de tennis, de básquet, parque infantil, transporte escolar, capilla, piscina y un centro cívico. Sentí entonces que mi vida era perfecta.

Nunca olvidaré los atardeceres rojos, mezcla de mineral de hierro y químicos que coloreaban el cielo como promesa del lugar más fantástico. Siempre corría a gritarle a papá que se asomara – a lo que él me respondía - pronto entenderás que no es digno de admiración -. Atrapar saltamontes y coleccionar pellas era lo máximo, hasta que Anabel descubrió que sería más divertido construir una casa en el árbol – tal como lo vio en la tele - que encerrar saltamontes en frascos. Se convirtió en nuestra obsesión. Creamos un club y nos adueñamos de un trailer viejo desocupado, y poco poco fuimos desarmándola para rescatar las piezas que nos interesaban. Y construimos nuestra casa que nos divirtió sólo unos días.

Nunca más supe de la tía Consuelo. Pensé muchas veces que condensaba mucho cariño en mí por no haber tenido a papá. Yo entonces para los 15 conocía el significado de la palabra “puta” cuando por la vereda me lo gritaban a ratos cuando agitaba la falda, y papá me dijo – es algo así como el deporte de mi prima Consuelo -. Dentro de mí supe que sería la mejor deportista aunque papá cuidaba de mí como la niña que era, quien por cierto ya tenía cosquillas abajo. Yo sabía de Consuelo que era una mujer trabajadora, luchadora y “echada pa’lante” porque así decían los señores por la casa. No se cansó de decirme que cuando viese un “pendejo” echara a correr. Yo no sabía como se reconocían y me dijo – mírele la panza a ras de la pelvis, haga un recorrido lento hasta los ojos, después cierre en silencio y allí sabrá -. Efectivamente.

A los 16 la moral fue un concepto vago. Me enamoré de un chico 5 años mayor que yo, a quien veía como actor de cine. Era como la bandera enarbolada un día festivo. Lo esperaba en los bancos de frente a mi casa, vestida como si fuese el día más especial de mi vida, pretendía leer más se me cruzaban entre las líneas sus ojos y yo sólo deseaba ser grande como él. En realidad lo esperaba, era el disfrute de 5 segundos el cual era el lapso que tardaba en cruzar la calle haciendo rebotar la pelota. De vez en cuando lograba atrapar sus ojos cafés y yo me sentía mujer, pensé que la falda estaba cosechando los efectos que esperaba y que pronto dejaría de llamarme deportista y sería al fin una mujer.

Años después, aprendidas las técnicas de la tía consuelo, sin temor a rechazar mi herencia, supe que él, como los otros, era un completo pendejo.

Wednesday, September 13, 2006

III

Los deseos son puñaladas. Puñaladas con giros extraños y traicioneros. Pensé en futuro hace años, en la diatriba del destino y en el dicho de la historia escrita por uno mismo. Saqué cuentas y contaba entonces con una belleza modesta, cierta moral, unas ganas de comenzar y un pasado sin pasado para construir historia.

Crecí sin decir mentiras porque se me agigantaría la nariz, sin tragarme las semillas de la patilla por el temor a que me naciera una planta en el estómago y dormía temprano porque me saldría el coco. A los 16 la moral era un concepto vago con cosquillas en los genitales. Decidí entonces apegarme a las filosofías de mi tía Consuelo, olvidarme un poco de las falsas morales del bachillerato y apegarme a mis propios deseos. La piel se me convirtió en un recién nacido sin padres, y la carne un estilo de vida sin remordimientos.

Recuerdo a mi tía Carolina gritándome con las maletas en las manos “Isabela nunca se esfuerce en mirar atrás”. Siempre fue una tipa aventurera y sin pelos en la lengua, agarrar sus peroles e irse para Caracas no le costó mucho. Más atrás corrió Eugenia con el pretexto de hacer sentar cabeza a Carolina y nunca regresó. Quien sabe si porque mi tía nunca sentó cabeza o porque el amor hizo desastres en su vida. Nunca regresó para construir la fábrica de la familia que tanto decía, sólo se conforma con mandar chequecitos para el futuro negocio. Lo más cercano a una fábrica era el negocio de amor de mi tía Consuelo. Pero ése no era mi anhelo.

Recuerdo la primera vez – y la que fue la última - que mi mamá fue a Caracas. Llegó vociferando la grandeza de las calles, lo hermoso de Sabana Grande, lo extraño de los tejados verdes y la hermosura de las prendas importadas. Sentenció: “Isabelita nos iremos y regresaremos prósperas”. Mamá murió y nunca fuimos a cumplir deseos. Me quedé con la mirada hacia el frente, con un pasaje en mano y con la sola verdad de que mi familia no estaba construida con pactos de sangre. Desde entonces pensé seriamente en el futuro y me olvidé de la familia.

Ahora he crecido como un fantasma con mucho pasado pero sin recuerdo. Pienso traicioneramente en la familia con nostalgia y ciruelas en la boca, como si fuese un castigo por pretender hacer tierras baldías en jardines de plata. Abandoné promesas y ahora sólo me queda un deseo que me acribilla: las ganas enormes de regresar.

Tuesday, September 12, 2006

II

Era la época en que las perras de la cuadra estaban en celo y los perros aullaban exasperadamente. Abril era un mes sexual. Existía la creencia que mujer que copulara en esos días, aun menstruando, quedaba en cinta. Pero ante la abstinencia, algo había en el ambiente que: la lluvia, el calor, el retoño de las flores, absolutamente todo, era una excusa para tener sexo. Acto seguido, mayo se convertía en un mes donde las mujeres pasaban de las fiestas a la clandestinidad, y sobre todo, cuando la señora Esther mataba unos cuantos “tigritos”. Eran semanas en que la humedad abrillantaba los cuerpos y el paludismo, ayudado por doña Esther, era un asesino en serie.

Llegado diciembre los frutos de abril se hacían notar. La tía Carmen no hacía más que maldecir a aquel desdichado mes que la hacía parir por octava vez. Y aunque Esther muchas veces la visitó, y no precisamente para ver como crecía el feto, con Carmen nunca logró nada. Desde malta hasta aguardiente con ajo, mi tía no dejó de tomar.

Una noche maliciosa, a Roberto se le ocurrió nacer. Ese día cayó un chaparrón como hacía tiempo no se veía en Morichalito. Por un lado la tía lloraba - no se sabe si de pena o de gracia - y por otro el recién nacido sorprendía con unos cuantos bostezos. Todos se rieron de la gracia del nuevo Quijada. Con nueve años, y el recién llegado entre mis brazos yo anhelaba la maternidad. Pasados los años comprendí con Roberto, que hay hombres que de ser buenos pasan a ser pendejos.

Roberto tenía la soledad y agudeza de los gatos, sólo que éste, como algunos animales caseros, terminan flojos y panzones en las mecedoras de las casas. La agilidad y el salvajismo de la juventud, se le fueron consumiendo en las paredes de la tía Carmen y en la acera del abuelo pancho, donde todos los viernes se brindaba con ron por una causa anónima. Total que el indeseado Quijada, se convirtió en otro animal sonso, aunque buen mozo, que adornaba los chinchorros de las calles de Morichalito.

Cada quien hizo su vida. Con frecuencia nos veíamos en los sancochos que la tía Carmen organizaba los domingos por la mañana. Sin embargo, yo aun estando convencida de mi potencial como mujer y de lo grande que le quedaba, seguía idealizando en Roberto al marido que no tenía y a la vez, a uno de los tontos que habían pasado por mis sabanas.

Con mi primo aseguré que mi oficio era un designio divino. Lo llevaba desde mi infancia, desde aquellos días de abril en los que causalmente se celebraba mi cumpleaños. Era la única explicación que encontraba, para desear con las uñas a aquel patán que se rascaba la barriga y no decía palabra. Yo era una de las perras en celo que no obtuvieron lo suyo en aquel libidinoso mes. De eso estaba segura.

Un día lo encontré lanzado sobre el bar porque lo que se rumoraba ya había llegado a sus oídos. Su porte de macho cabrío se desvanecía con tan solo unas palabras, es que era analfabeto desde las horquetillas hasta las uñas de los pies. Yo no comprendía como aquel hombre se perdía entre la maleza de su estupidez. Aun así, con la lastima que sólo se le tiene a la familia, yo quería absurdamente estar con él.

Hace unos días llegó a mi puerta. Esa noche nos hicimos el favor. Descubrí en Roberto a aquel gato de mi adolescencia que creía perdido entre un matrimonio cornudo y unos cuantos kilos de silencio.

I

Desde que a Consuelo se le secó el útero no tiene vida en el cuerpo, sonrisa en los labios, ni dinero en los bolsillos. Morichalito ya no es el mismo sin “Consuelito la que consuela”.

Dicen que ahogó a sus hijos en leche, que le vendió el alma al diablo, que se baña en sangre en cuarto menguante y que entierra gatos debajo del Moriche. No sé qué de esas historias sea cierto, sólo sé que a la hora en que las plegarias suben al cielo, en la puerta de Consuelo ya hay cola. Hay algunas que nacen con la cordura debajo de la falda, la locura en los pechos y la mentira en el borde de los labios. Hay otros que pagan por mentiras, locura y cordura aunque parezcan disparejas: y así son felices. Por eso es que en Morichalito lo que sobra es trabajo, porque son muchas las necesidades del alma.

Consuelo Ramírez se cansó de venderle besos a amores pasajeros, de acariciar cuerpos rancios y de mover el esternón por unos bolívares. El camino le enseñó lo maravilloso de la vida con cada maternidad y lo efímero de los días con la muerte de sus hijos. Hace años que la flor que le daba de comer, se abrió en dos pedazos y fue intervenida quirúrgicamente, y ya esa rosa... no vuelve a retoñar. Ahora aplasta hojas secas con la escoba por la mañana y mutila las plantas en luna llena.

Hace ya unos días que se agarró de los pelos con Matilde porque Isabelita tiene la nariz “respingaiiita” y no se parece a Roberto. Porque si es de cachos eso sí sabe Consuelo, mucho durmió escuchando los cuentos de hombres fracasados y de los cuernos de fulanita. ¡Cuantos santos cachones no pasaron por la estera de la Ramírez! Es por eso que ella sabe que Isabelita, aunque mucho la quiere, no es hija de su primo Roberto. En pueblo pequeño todo se sabe.

Ha pasado el tiempo y la alfombra de “La que consuela” sigue ensuciándose con las suelas de aquellos que tienen el corazón y el miembro herido. Esta noche Consuelo tiene sonrisa en los labios, vida en el cuerpo y trabaja a honores. Roberto necesita un favor.

Sunday, September 10, 2006


Carlos Zerpa, Homenaje a Van Gogh

Detesto los domingos. Quizá por su soledad, por la televisión marchita, por el conteo de la semana. Como si todo fuese un minuto de silencio, un luto que carcome. Ante mí las calles desoladas, lo ruin del sábado, la basura del viernes, del aseo que no pasa, de los comercios que no abren. Todo se replantea el domingo para apostarlo a mañana, no queda más que pensar en el futuro, en la dieta que comienza, en las diligencias que se harán y el programa de TV de los lunes. El domingo conjuga muy bien el aire espiritual y el descaro del pasado. Se reconoce lo ocurrido, las putas que no trabajan, la bodega que no abre, las películas en cartelera. Reconozco su soledad, lo respeto por su osadía a mostrarlo todo en aguas cristalinas después de lo turbio, será por eso que acostumbramos a calentar el saldo de muertos el fin de semana.

El domingo te insta a saltar o a quedarte sentado, a renombrarte, replantarte como semilla. Sus últimas horas son las que se hacen toneladas en las pisadas, como si se bajara el volumen y el cielo se apagara, en la oscuridad los ojos grandotes que se abren y cierran buscando cama. Los domingos los pienso muy bien para no quedarme con su sabor en la boca, comienzo el conteo y me hago la despreocupada. Lo ignoro pero las calles lo delatan, el ocio lo hace vivo, la prensa lo rememora y no hay pretexto para el olvido. Probablemente es cosa de cambiar nombres, de hacerlo menos evidente. Lo único que quiero de él es su desastre en mí, pero incluso así, hasta eso está planeado.

Thursday, September 07, 2006


Lente: Mercedes Muniagurria

Las murallas en la garganta cada vez son más grandes. Debajo de esta tierra, de estas células y venas se generan cambios. Estoy aterrada, no conozco otros pueblos que estos, par de músculos y unos cuantos huesos. Ya tus raíces se mueven distintas y no temes sembrar en otros pueblos, has crecido, ves mundo, yo sólo sigo siendo territorio conquistado. Crecimos, estamos creciendo. Nos tiembla la independencia, las banderas de otros colores y las palomas de la paz. Estamos aferrados a las misiones cumplidas y a las batallas ganadas. Se nos acabó los fusiles FAL, el calibre, las granadas, es hora de regresar a la guarida y perdernos. Pero explícame, explícame las burbujas que suben dentro de mí, el olor a azufre, la premonición, mis intuiciones, mis desvaríos… explícame. Quisiera correr, aproximarme a territorio de paz pero hay más aire que empuja en mi redonda y debo esperar aquí. Tengo más agudeza para estas cosas, como los pájaros que presienten la tormenta. Esta es mi posición. Nos necesitamos, nos hacemos falta. Estamos haciendo nuestro papel.




Wednesday, September 06, 2006

Se está diciendo por allí que eres amante de la piedra, que de vez en cuando andas en pases y que en las tardes te la das de circo. ¿es cierto?. También se dice que bebes gasolina, que alardeas con el kerosen y a eso le llaman arte. Dicen mucho de la calle, Pablo. Que haces de fiscal de 4 a 6 y recoges multa con gorrito, que te andas maquillando y que el rojo te va mal. Me dicen que andas de grupito de 5, que llevan palos con cintas negras, que recitas poemas y que agarraron al “chufis” por andar de happy. Se dice mucho de ti, Pablo. Me dicen que te dibujas garabatos en las muñecas y que a veces huele a sangre, que eres libertino, que odias estar limpio y que del cabello te hacen lazos. La policía habla de ti, Pablo. Me dijeron que los gorritos son pa’ maricos y que tú los usas a montones, que andar en grupito dice mucho por detrás, que tu flacura es de un beiache algo y que quizás estás positivo. ¿Positivo en qué, Pablo?

Se dice tanto de la calle pero no entiendo, porque yo veo de adentro. Nadie sabe, Pablo, nadie sabe…

Ensayo fotográfico






Extensión de la Av. Atlántico
Ciudad Guayana

Me persigues. Corro una cuadra, va la segunda, paso la tercera, casi la cuarta. Plum! Contra el paredón. - ¿Por qué huyes? Te complicas demasiado - . Logro escapar. No me importa tú opinión, ni tus giros. Corro más de prisa, alcanzo el autobús. Estás allí. – Te dije. De-mi-no-po-drás-es-ca-par - . No espero mi parada, pido al chofer se detenga. Me llaman grosera, me pierdo entre la gente. Me encuentras. – Pierdes si crees puedes escapar -.

Sunday, September 03, 2006

Amo la libertad de las cuatro paredes que son míseras en amplitud, no escatiman en confianza. La rebeldía de una puerta y lo valiente de una cerradura, la extradición de otros cuartos, las leguas de los umbrales. Amo sinceramente lo métrico del metro cuadrado, su medida, la prudencia y su inocencia ante los hechos. No es ella la que encierra, ni los bloques ni el cemento frío, supongo que hay adornos que terminan como cajas fuertes con claves secretas para extraños. Amo estos muros, arquitectura limpia y sólida, las fronteras que traza, sus guerras sin sangre. Soy cautiva de estas batallas y me ensordecen los extranjeros que intentan romperlos.

Friday, September 01, 2006


Quien tiene alas

no sabe volar.



Aun quiero volarte...

Nos necesitamos,

nos hacemos falta.

estamos haciendo nuestro papel,

compañero de viaje.

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Huelo el tsunami, las palabras cortas, los dolores de cabeza, el auxilio. Supongo soy más perceptiva al aire, que hoy soy más animal con su naturaleza. Hay un gran movimiento bajo esta piel, de células en explosión, de desvaríos a distancia, de paranoias oxidadas y de cambios, como la piel que se muda. En el centro estoy aterrada, como en la baranda que sujeta la represa, de frente al Orinoco caudaloso, irremediable. Estoy cultivada en estas tierras, grandes inmensas seguras, con la cosecha de ahora y tanta soberbia en los labios. Nos hace falta rodar las lenguas, soltar las fieras, hacernos salvajes en direcciones contrarias, en selvas distintas. Conocer al enemigo, y ojalá, regresar con cuero en vano. Felices, porque el pasado no mintió. Pero es verdad, en esta ciudad nada es seguro.

Volver a perdernos

Llevo tiempo que en la casa estoy buscando
el pedazo de alma que hace días perdí
entre el mate y las colillas de cigarro
es dificil de encontrar al que antes fui

Tengo ganas de decirte que te extraño,
que cuando te fuiste entonces entendí
que los grandes cambios no se llevan años,
que basto con un segundo junto a ti

Y volver a perdernos en la orilla de la cama de un hostal
o en el anonimato de las calles frías de la gran ciudad
y que me cuentes de tus libros y del mundo que quires cambiar
y regalarte un beso en medio de las sillas de la catedral

Y raptarte un par de días más conmigo
y jugar al seductor o al enemigo,
o al que pese al tiempo se muere por tí

Y si el tiempo decidiera o el destino
que al final no te quedaras tu conmigo
visitarte en Buenos Aires o en París,
en el D.F., en Buenos Aires o en París

Edgar Oceransky, trova cursi =)

Falto to

Escribo retazos por todas partes, en uno, dos, tres cuadernos en todos falto yo el fuego de siempre, este largo suspiro que no...