Monday, August 27, 2007

No me parece que la luciérnaga extraiga mayor suficiencia del hecho incontrovertible de que es una de las maravillas más fenomenales de este circo, y sin embargo basta suponerle una conciencia para comprender que cada vez que se le encandila la barriguita, el bicho debe sentirse como una cosquilla de privilegio
Capítulo 1, Rayuela

8 am, Bomba






El Ávila, 2007
Recorrido por La Julia - mirador - El Eden-
Ruta 77 - Laguna Negra, vía Paraíso-
regreso por Duarte.
Israel, el Sr. Delio y yo atrás.

Thursday, August 09, 2007



Fito ----->/OJOS ROJOS/

Buajajaja

Te amo. Debajo de mi falda eres Julián, más tarde Roberto. La inquisición se acordó de ti, o tú de ella, por infame. Trepas, quieres trepar entre mis senos, ahorcar cada pezón con los maxilares, brotar de su fuente, recordar a mamá, despellejarlos y reírte como se ríen los personajes malos en las películas malas “buajajajaja”. Se me esconden las pupilas, aguardan en la cavidad del cráneo, son otro cuerpo, no pueden comandar más allá de tus manos. Tenaz. Tenazas rompiendo la cintura, rompiendo como tijera la dermis, la epidermis, es tu tesoro, lo mejor que sabes hacer para no hacer nada, porque no sabes más que la palabra. Mis ojos son dos conejos en su jaula, están desesperados, me meto las manos a la boca y las muerdo, primero la derecha, caben todos menos el pulgar y los muerdo, en cada coyuntura quiero gritar, por imbécil, eres el imbécil, soy la imbécil. Te quedas en mi cintura apoderado del ombligo, del mordaz del exceso, es una ola difícil de montar. Logro fijarme en tus ojos, Julián te digo, te grito ¡Juliaaaaán!, quiero introducir mis conejos en los tuyos, saltar, localizarme en tus direcciones y hacer lo correcto, o hacerlo correcto, pico el ojo. Burdo, animal. Son los triángulos que no sabes ver, las emergencias que no detectas en los rincones. “Roberto, incorpórate a la falda”, es un imperativo. Reconoce los callejones, haz nido en sus huecos, golpea con tus botas este suelo, demuestra que eres capaz, que esto no es un gallinero de la calle 15. Es el sepulto de esta cueva, los terrenos que poseo en cada vuelta, en cada relevo, son los dos en mis axilas, en el cuello, detrás de las orejas, en las fauces, en las cicatrices. La llegada es en el útero, compañero, lo demás es compañía. Mis brazos se entregaron en tu espalda, están arando, montando tuberías hasta mi boca, sembrando especies, crece toronjil en cada vértebra, es mi terreno. Roberto, Julián, hacen su trabajo. Las alas de un pavo real se han abierto entre mis piernas, soy obscena contigo Roberto, contigo también Julián. Desde acá nacen virtudes, se explayan miedos, puedo destronarte, ahogarte en mis cabellos, hundirte en esa nube, desaparecerte por patán. Escalas bien, quiero reírme como los malos en las películas malas “buajajajaaa”, estoy armada con 10 dedos, soy vil, traicionera y malcriada. Hazme payasita Julián, tú también Roberto, que desde acá los golpeo con mi sexo cuando se fusila el sueño.

Tuesday, August 07, 2007




Pensándote/ Fito y Lerner
(para el 2005)

Mi show y Lucy

Estaba abstraída en medio de la multitud, pensando en como ese manojo de gritos eran un insulto para nosotros mismos, como las alocuciones de Chavéz, o un sarcasmo de esos que me ha tocado pensar en los últimos días. Una constante quejedumbre que ante un cantante pequeño no vale la pena. Todos saltaban, las niñas lloraban de alegría de pena, de la vanidad de ser capturadas por la cámara. Y en el medio yo, otra vanidosa que no lee. Giraba mi cabeza, izquierda, derecha. ¿Estaría alguien conocido allí? ¿Me habrían visto?, guardaba la compostura. Aquello no era más que un parapeto, un teatro de marketing el cual pensé – absurdamente - que sería un remedio. Sujeté mi cabello, tenía una cinta negra que podría servir para ello, es el tic de los sin-salidas. Me esforzaba en hacer de la fricción, con cada hebra espelucada, algún peinado liso. No lo logré, pero me tranquilizaba. Me manejaba impávida, inmutable ante los gestos sexuales del chico de la tarima, que de la manera más obvia hacía un esfuerzo sobrenatural por lograr lo que llaman “feed back” del público. Justo enfrente, la chica de durazno tenía unos senos envidiables. Los mismos que me gustaría tener, no por su volumen sino por forma. Mis esfuerzos se detuvieron en contemplar, como se mantenían firmes debajo de su piel las dos protuberancias. Se veían blandos pero justos, no muy grandes, como dos toronjas ligeramente afectadas por la gravedad, lo suficiente para acercarse a su naturalidad. Pensaba que es el estilo que me gustaría tener, su cabello rizado almidonado como Lucy, la del Show de Lucy; a veces uno debe darse el lujo de contemplar el sexo femenino. Las mujeres siempre lo hacemos, somos una clase de reto ante cualquier esperpento femenino, nos contoneamos como lobas, detallamos el objetivo, podemos emitir o no un juicio, consérvalo para sí. Permanecía estoica, ella también lo estaba. Detrás de sus lentes de pasta negra Carolina Herrrera, parecía un animal inquisitorio de esos que muy bien podemos ser las mujeres. Construir un reino y devastarlo con la palabra “pero”, es una clase de conducta de la cual carecen ellos. Terminado el show y reventado los papelillos, sí, en efecto, revienta. Caminamos en manada por los pasillos de la salida, mientras imaginaba un trozo de casabe untado con queso Philadelphia, el favorito; que mientras cruje, pienso en la libertad de nuestro sexo, juicios que según los parámetros sociales ellos no podrían asumir. Me sentía grande, orgullosa más bien, es a esa clase de corrientes a las que recurro cuando siento caer. Tomarse de cualquier halo de justicia y orgullo para crecer sobre uno mismo. No sé. Lucy se perdió, en la salida ya no estaba. Recuerdo que no tenía nada en lo cual pensar, sino en como largarme de allí, obviar los rostros conocidos, las preguntas de rigor, como diría José, la imposibilidad del adiós - en este caso - el síndrome del Hola, y lanzarme dentro del Malibú azul que casi siempre resulta una buena guarida. En el interior del Malibú, la oscuridad asombraba a mi vista, estaba lela. Coloqué mi bolso a un lado, papá iba adelante interrogando con la suerte de preguntas que dan para estos casos: “¿Cómo te fue?”, “bien, no más que bien” - dije. Hasta que la pantallita fluorescente del teléfono se encendió, “message”, al instante, desapareció la envidia por las toronjas de Lucy. Al norte de este continente, alguien resucitaba en mi memoria. Otro ciclo, otro conjuro en el cual pensar, la mejor meditación de los últimos días.

Sunday, August 05, 2007


Monito de oración

Nueva mascota de la Caja Negra

Discusión 1

Soy desordenada e inconstante. Quizás por eso, mis cuentos no sean cuentos ni la poesía… poesía, porque la indisciplina me domina o sólo y simplemente porque no lo es. Llevo media hora dentro de esta librería, una de mis preferidas, donde dentro de mis desordenes nunca alcanzo a revisar por completo alguno de los estantes con sus títulos escondidos. El chico que atiende es guapo, y dentro de esta sobredosis de café ( dos, y no tomo café) han saltado cavilaciones recurrentes, como mis últimas pretensiones de vomitar la fe y habitar cuatro de los siete días de la semana este espacio donde recorrerlo de extremo a extremo es uno de mis nuevos pasatiempos; observar a la gente… mirarle los deditos de los pies a las chicas en sandalias – y a los chicos también – y siempre acabar en este espacio, donde - por cierto - pocas veces salgo con alguna compra porque el sueldo no me alcanza. He preferido invertir mis míseros ingresos en café, sí, en café, y nunca tomo café, asumo que ahogarme en cafeína con canela es la decisión más sana después de los últimos meses en el que la meta más cercana es prevalecer sobre el sinsabor. Sí, incluso ésta clase de confesiones. El olor de los libros, así como el de la gasolina, es un estímulo que despierta buena parte de estas hormonas; el chico que atiende es guapo pero no tiene ni idea de los textos que conservan esos estantes. Sentada sobre estas baldosas uno encuentra libros de hechicería, pienso en porque este blog tiene un nombre tan cursi, aunque intente cambiárselo está sellado con esas flores muertas, como los claveles que no son más que flores de muerto, no más qué eso, y auxiliares para las metáforas de algunas canciones sólo porque rima fácil con otras palabras. Nunca compro nada pero me gusta revisar los autores, imaginar por segundos que toda esta madera con sus libros está dentro de mi habitación y que esta alfombra azul estaría en ella absorbiendo cuanto desorden le diera por desparramarse.

Wednesday, August 01, 2007


Foto Pedro Da Silva
Anibal Romero, 3 disparos en la cabeza

Ciudad Guayana

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Vamos camino al recorrido y con dos muertos sería suficiente para que sea un buen día, dice el señor Azocar. Más de allí, sería un exceso, que dependiendo de sus causas podría vender más o menos nuestra edición. Me ato a la vida con el cinturón. Arrancamos como un jet de los Supersónicos, atravesando las autopistas en naves voladoras, infalibles, con un rotulado antibala dispuesto a captar todo. Justo en mis rodillas llevamos el aparato clandestino del cual se escuchan vocecitas susurrándose claves, que al punto de “Urano” nos hace girar 180º y desviarnos de la comisaría. Un muerto en el sitio es suficiente para cambiar la rutina. Giramos como un trompo, volvemos de nuevo sobre la vía esperando que la vía nos detenga a situarnos en la raya en donde la muerte es trascendental en un día, un paso de página al siguiente, olvido después. Es casi el martillazo en el encabezado y un caliche las muertes naturales. Dentro de esta comunidad en el que se avizora un degollado, Edgar Allan Poe recreó sus gallinas, salteó sus historias y estas dos mujeres de enfrente venden bien su cuerpo por dos botellas de ron. Les duele el sobrino, el muerto, que acabado en tres cuchillazos no merecía morir así. Me aproximo a las cuatro tablas de madera, penetro en el cuarto oscuro que huele a carnicería, a escasez de carne, tendido en el suelo - humedecido por la sangre- , aparece entre la oscuridad el blancuzco de los ojos amenazando con saltar de dolor, retirándose de Guayana, maldiciendo al cuchillo, a la hojalata, o quien sabe que cosa cortante que atravesó certeramente su yugular haciendo lluvias de sangre. “Merecía morir pero no así”, es el último suspiro de Gisela. No es suficiente para el día, es la constante, es la muerte en el portazo, es la muerte que acompaña a los 10 niños ansiosos por ver al vecino cortado, es divertido quizás, o algo más que recordar, quien sabe, no les golpea tanto como la ausencia de mangos en baja temporada, la muerte - sin mucha cosquilla- es un destino difícil de perder.

Falto to

Escribo retazos por todas partes, en uno, dos, tres cuadernos en todos falto yo el fuego de siempre, este largo suspiro que no...