Saturday, September 29, 2007

La ciudad de negro



Desde acá se tiene acceso al sexo pueril y a las venganzas sin ego, y le llamamos a esto el circo del odio para ser discretos. Sobre esta ciudad sobrevuelan los conjuros de los recesos, la pesadez del cuerpo y la aridez de esta tierra que amanece blanca en su cielo mineral. La tiranía del silencio apago nuestras velas para no ser nosotros, sino los que se buscan, los que llegan tarde a librar por todos con una pastilla. Deberíamos tocar el botón de reset, entender que los juegos de ser otros se acabaron con los excesos; entendimos de sobremanera que las mitades no sólo sirven para contar sino para ser franco, para ser más que un tabaco a medio apagar, unas cartas echadas o una escuela de santos.


Falta mucho para traer el futuro al presente con un hilo pabilo, que las líneas de las manos están demasiado gastadas para dibujar un génesis, el apocalipsis, que no se borra ni siquiera con el ron seco que se consume frente a las velas. De esta tierra crecen los edificios, los camiones, las vigas de hierro edificando las maneras de acallar la catástrofe de este susurro, y faltan las veces en que nombrarte es hacer un hueco en el cielo para que caigan los tormentos.


Flotando en las copas de vino, reinventamos la ciudad con las burbujitas de la uva y las blusas transparentadas en el vidrio. Hicimos los techos con los cohetes y las miradas detrás del lente, porque se nos olvidó vivir sin ser capturados o porque en el revelado se nos ven menos las cicatrices, se nos olvidan las letras y obedecemos a la orden del disparo. Cuando la ciudad está de negro nos da por despertar a los sabios de soledad.

Sunday, September 23, 2007

Mira muy bien donde pisas







Comunidad Brisas del Paraíso, San Félix
Edo. Bolívar

Septiembre, 2007


Si no lo haces tú, lo hago yo



“¡Que lo maten!” gritaba la muchedumbre al presunto ladrón que se resguardaba debajo de un puesto de ocumo, que por cierto, le salvó la vida. A las 11 de la mañana en el mercado de Chirica, en San Félix, es la hora en el que las compras se incrementan, y donde la delincuencia se prepara para hacer de las suyas.

Venía corriendo por la avenida Manuel Piar y encontró refugio debajo de un puesto de verduras, decían que era un ladrón. Los comerciantes enardecidos y con cuchillos en manos, lanzaban zarpasos a las piernas del hombre que permanecía guarecido de lo que sería, al menos, su muerte segura. Quedó completamente desnudo frente a la vista de todos, con cortadas en las piernas y en los pies, a salvo con la custodia de los policías.



Foto Pedro Da Silva

Wednesday, September 19, 2007

A los borregos


A los borregos

Entre estos límites: los recovecos de la honestidad, las marramusias y el desconsuelo, sabemos que tenemos los puestos de estos asientos bastante anchos como para sentarnos a comer y burlarnos de los que son felices con un poco de esto. Comerme las uñas, arrancarme las horquetillas, desafiar los aeroplanos de nuestras mentes y colocarlo todo sobre la mesa sin temor a perderlo todo, porque casi casi toleramos aceptar que somos borregos o porque la historia es el universal de los cliché para dos naciones tan equidistantes.

Que caminamos por los mismos senderos, que dejamos las mismas cosas, que andamos con el mismo interrogante sobre la cabeza haciendo abanico de nuestras manos, y aun así cuesta reconocer los pocos pasos que quedan, retroceder de la cuenta de 10, aproximarse al final y reconocerlo. Tantas cuentas pendientes sobresaturan los finales, es más sano corregirse poco a poco hasta fustigar el sinsabor, y encontrarse limado para perder por perder y no darse cuenta, confiar o encontrarnos después de dejar tantos cuerpos.

Las calles de Unare tienen la misma particularidad, que nunca es tarde para correr los puestos y colocarse a vender en algún nuevo huequito; o los borregos que reconocen que dejar la vida pasar es hacer sabia a la llama que se apaga distinto.

Fania All Start, live in Africa



¡Salud!

Tuesday, September 18, 2007

Sinuhé






Mac Café, Altamira
Agosto 2007

:-:

Y nacido los inventos uno cree que se soluciona la vida, mientras que a dos pasos de este puente no hay tierra cercana que salga más de los huecos del cuerpo. La semana acampa entre estos ruidos de estar en un taxi con dirección paga y una raya imaginaria entre los lutos, los lugares ideales para acariciarle la panza a otro o encontrando respuestas a estos días de tímpanos fuera de servicio. Porque suponemos que las bicicletas marchan hacia delante, o que la reforma a las reformas es una parodia, o un paralelo absurdo que se mira con cotufas y con sorpresa de los efectos especiales. Entonces uno cree que con un invento se soluciona el contacto que no tienes, y hay una lejanía inmensa entre los signos desbocados de las cartas y ese aire que queremos respirar para acercar nuestros universos, que son impares y disléxicos, inarmónicos y ruidosos, saboteadores e inconstantes, ausentes y presentes. Hacemos de todo entre todo para que el juego de las escondidas en los huecos profundos y oscuros no nos hagan caer en la misma olla, aunque en el fondo, sabemos que eso sería lo justo para acabar con nuestras políticas de Estado y borrar las tatuajes de las costillas.

Wednesday, September 05, 2007

La Florida/ noche





Ccs, 2007

Significado vs. significante

Pasando por unas cuantas semanas llegas a uno que otro vértice, que hay cosas que no se deben dejar de hacer y que siempre es triste el regreso. Por el significado y no por el significante. Por sus fondos. Desde acá uno comprende mejor la demencia o las vidas que se abandonan porque no se soportan sus karmas aunque hay alguien que diga “amar al prójimo como a ti mismo”. Pero aun así, comprendes que este estacionado de gestos o este cúmulo de teorías lo hacemos para explicar porque fallamos o porque no debemos fallar, y pasa días en una montaña viviendo dentro de una nube descociéndose la conciencia para hallarse entre toda la palabrería y suponerse vivo de nuevo y más que vivo, limpio. Porque es necesario. Y desde allí uno alcanza a ver a la ciudad pequeñita con su escándalo y barbarie tan lejos que es un museo con la inscripción de “no tocar”. Luego uno no hace más que sonreír por el hecho de estar vivo, y el descender es un signo evocando todo aquello que asusta y no nos contaríamos, o aquello que sí como las ciudades descubiertas a cada salida del metro, o los sarcasmos de la iglesia, el colorido de la ropa tendida en los balcones, o el desparpajo de la gente que duerme en las aceras y sonríe. Todo trasmuta y camina hacia los dos polos del gusto, y en este instante, se me hace curiosa la vista desde el balcón con el montón de ventanitas en el carril de la rutina, sin conocerse, sin conocernos, pero presentes.

Falto to

Escribo retazos por todas partes, en uno, dos, tres cuadernos en todos falto yo el fuego de siempre, este largo suspiro que no...