Wednesday, February 11, 2009

Faltan segundos

Tenemos el mismo frío en el estómago y la brisa corre como un río en el espacio que hemos dejado para dibujarnos con la boca. Esta vez no tenemos miedo, tenemos el descaro de escudarnos y romper con audacia la legislación de las parejas. Este espacio de hoy es ficticio. Falta poco para que coloques tu brazo sobre mi hombro y seas como una pesca con la presa en su haber. Esperamos con ansias ese momento en el que algunos de los dos decide quebrar el pacto, el tratado de paz que decidimos imponer para no sentenciar el pasado. Faltan segundos, pienso. Y me miras como ese capítulo del cíclope de Rayuela que tanto me gusta. Me hundo en tus ojos rojos que son como un mar de sangre, agotado de la espera y de la vida que te tocó tener. No contemplo otra cosa que tu objetivo dilatado y ese lenguaje cómplice que desarrollas con cada gesto. Faltan segundos, pienso. Los esfuerzos por eternizar el momento se cumplen con excelencia. Estamos uno al lado del otro, cómplices, escondidos entre un círculo de gente que lee la prensa, que ve marchas en la televisión, que escucha a Chávez en cadena nacional, que se comen las uñas, otras que se miran el esmalte y de repente nos miran con asombro cuando nos hacemos pareja.
Te ríes de mis teorías de explotación sobrehumana en ese lugar, de las injusticias que se hacen evidentes en ese espejo y tanto me molestan. Me miras con gracia y atención. Disfruto en demasía esa admiración y respeto que tienes con cada histeria que desarrollo. Hablamos de tu vida que es monótona y tan comprometida como que tienes pareja y viven juntos. Converso sobre mis últimos fracasos amorosos que no tienen nada que ver con lo que demostraste ser. Sobre fulano que no sirve, sobre sutano que no resultó ser. Al final, cuando desahogamos algunos triunfos y derroteros nos miramos nuevamente. Quedamos como siempre hipnotizados. Dispuestos a no ceder a la vida regalamos apenas un instante. Siempre serás tú, dices en voz baja.
Intento retomar ese discurso de conversar del pasado, de evaluar qué fue lo que pasó. Es mi estrategia para rehacer los argumentos y hacerte entender que ya entendí. No hay esfuerzo, asumes con total naturalidad que este es el rumbo que nos tocó tomar.
Seguimos sentados en ese círculo de gente que vive abstraída en su realidad. El sol se opone, es una tarde hermosa, si acaso de las pocas que me toca ver. Unos niños siguen limpiando con particular afán el vidrio del carro y yo quiero tocarte, pero no me atrevo.
De pronto vuelve a correr la brisa en el espacio que hemos dispuesto para el respeto, ese espacio quebrantable que hemos dejado para el final. Faltan segundos, pienso. Luego, como si estuviese cubierta de caramelo, besas mi mejilla, te acercas con ternura – como recogiendo un néctar con tus labios – hacia mi boca. Nos besamos. Viene un beso y otro beso, otro beso y otro que no podemos parar. Estamos complacidos y felices. Escondidos como siempre, como si acaso ese sea la característica absurda de mucho tiempo, cuando impuse ese método y luego no pudimos revertirlo. Somos así, subterráneos sin sentido, entregados sin reparo al misterio y lo prohibido. Faltan segundos, pienso. Nos iremos de nuevo hacia otras puertas que nunca nos llevan al mismo cuarto.

Falto to

Escribo retazos por todas partes, en uno, dos, tres cuadernos en todos falto yo el fuego de siempre, este largo suspiro que no...