Wednesday, February 07, 2007

Huele a febrero

Ahora es cosa de cielos. De cielos arrugados como el de hoy, de nubes fluorescentes con costuras viajeras como las de la tarde, de inmensidades sin pájaros. Seguro de ocasos naranjas, de cámaras sin películas, de un registro sensitivo y triste. ¿Te acuerdas? Tenía 8 años, estábamos empeñados en una casa del árbol, no cualquiera, una americana y ese pobre caucho que viejo nos sostenía como un abuelo. Entonces Amarilis nos llamaba a comer torta de piña, nos regañaba por las uñas mugres y por las marcas marrones en las comisuras, tierra y tierra que no nos molestaba tragar.

15 huevos en la mesa y harina de trigo derramada en la mesa. Sentada cerquita para poder ver el milagro. Del horno - imagínate - , salía una torta gigante con rodajas de piña. Era absolutamente maravilloso. Yo no quería aprender, esperaba con ansiedad cuando decidía darme el envase con las sobras de la crema. Me la devoraba, me esmeraba en pasar el índice una y otra vez, asegurándome de que quedara limpio. Después un dolor de panza y una parada en el baño. No importaba, no importaba porque éramos niños.

Aun más chica - ¿te dije? – creía que Carlos Andrés era mi abuelo. Lo veía en la tele y la abrazaba, lo llamaba abuelo. Imagínate semejante disparate. Quizás el 4 de febrero, y yo saludando al abuelo en la pantalla que respiraba a salvo en la tele, en mi pequeña ventana familiar. El antecedente es que se parecía a mi abuelito Vicente, que resultó ser más recto. Con el tiempo me sentí aliviada de que el gochito no lo fuera.

Y cuando comíamos fideos con los dedos y chupábamos la pasta - ¿te acuerdas? – Nos gustaba la broma en el bus de que nos gustábamos y todos decían “beso beso beso” en un son particular. Nos transformábamos en tomates, sonrojados hasta el cuero cabelludo y no nos volvíamos a hablar por días, hasta que se nos olvidara que nos soñábamos en el recreo.

Amarilis siempre decía que nos casaríamos. Pero no. Nos resultó mejor así. Con la tortas de piña decorando la sonrisa, con el recuerdo del campamento y los cielos naranjas. Como los de hoy, terso o arrugados, minados de loros al norte o vacío como esta tarde. Sin ése olor a piña de 1990, sin este cáncer de Amarilis en el estómago. En definitiva, sin estas virtudes de ser grandes y de aniquilarnos con la libertad de bolsillo.

3 comments:

  1. A veces es "mejor así", quizás si se hubieran cazado los recuerdos sin duda serían diferentes.

    Buena la rememoración.

    OA

    ReplyDelete
  2. A veces es "mejor así", quizás si se hubieran cazado los recuerdos sin duda serían diferentes.

    Buena la rememoración.

    OA

    ReplyDelete

Falto yo

Escribo retazos por todas partes, en uno, dos, tres cuadernos en todos falto yo el fuego de siempre, este largo suspiro que no...