Puede ser el exceso de poco rodar o las ganas de andar. Pero eran patines fascinantes. Una torre de pelotas de tenis verdes, naranja, fluorescente, los hacían rodar. En verdad sólo 4, pero querías tomarlas todas, te hubiese gustado tomarlas todas. Y rodaban sin dificultad en ambos patines gigantes y espaciales. Después de patinar, tomas tu bolsa de tocineta tostada y te largas. Así de simple, con olor a tocino.
Serie: sueños de tarde I
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