Saturday, October 27, 2007

Sube el telón

El mar rojo tiene extensión en mis venas. Los papagayos ya no retornan sobre los techos rojos del sur del río, crezco en los tentáculos de un molusco que pretende hacerme suya. La noche de brujas abraza su extradición entre luces de colores, hay nuevos conjuros que le rezan a un santo de pipi grande. Otros quieren que de sus entrañas corra un mar de sangre, las células madres se juntan para hacer travesuras con cara de niño. Todos mueren de hambre cuando hay sed en las orillas, y los que mueren de sed no tienen panza para estas palabras. Me asesina el abstracto, los sueños con sabor a cloruro de magnesio, que dicen, sabe a agua saturada de sal y azúcar. La infancia va en la salida del tren desde Sidor hasta el Caroní, cuando perdí a Topoyiyo desde el malibú azul. Hoy quiero ser un árbol gigantesco en medio del Amazonas, desde todas las latitudes llegan cartas sin consuelo, los remordimientos hacen galletas, construyen edificios de chocolate, te hacen gorda o flaca, en este caso, me pesan más las ganas. He descubierto, entre otras cosas, que el amor a la ciudad tiene su génesis en sus luces nocturnas en la zona industrial, madre de esta “pequeña mesopotomia”. Salir en barco tiene las mismas repercusiones que abandonarse a sí mismo. La rabia que aterriza sobre esta página encara, con el temple de diciembre, un nunca jamás.

1 comment:

  1. La vida termina siendo eso: un juego de "unir los puntos", conexiones entre hechos inconexos y que sorprenden con el horror de su causalidad.

    ¿Dónde habrá parado Topoyiyo?

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