No sabemos de los ruidos de nuestros cuerpos, del ruido ajeno en el piso de abajo, de la muchedumbre en el mercado, de los huesos partidos que ya no queremos recoger, de los versos añejados en la punta de la lengua, del ruido del cliché en los ojos enamorados, contengo tanto ruido y estoy tan llena de silencio. Acaparo el espacio de esta ciudad entre ríos con un par de suspiros, con ello hago ruido, el poco ruido que no necesito para vivir. El ruido que intenta asesinar los cuartos habitantes de soledad, de esa que no mata, que no suena, que es sincera, natural y sólo ella. El ruido de las camas vencidas, necesito el ruido silencioso de la sonrisa de la abuela susurrando “Te quiero”, necesito el ruido escandaloso de tus suelas saliendo de la habitación y a veces también necesito el silencio de la noche en el cuarto de atrás, con el cielo todo para él muy dentro del estómago. Cuando esta ciudad detesta sus voces nos manda a callar, con los relámpagos fuera de temporada o con la sequía en la presa, todo el ruido que no nos tragamos. Apenas el tragaluz distinto, el de estos ojos, el de esta mueca que se ancla en silencios ajenos para no pronunciar palabra.
Me alegra volver a verte escribir,tienes un talento y una personalidad que sólo tú tienes,con mucho valor,aprovecha.
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