La primera vez que Lucía vio Marcos no pensó que meses después retozaría a su lado. Lo digo, porque a veces a uno le asalta esa convicción extraña de que hay una clase de destino que podemos moderar con maestría. Cuando decidió mandarle señales cortas, tampoco ella sabía qué pretendía porque le ardía considerablemente el corazón como para descifrar riendas sueltas, creía que entre más tiempo hablara era como si un chorro de alcohol cubriera ese órgano vital llamado corazón. Más adelante Lucía no conseguió pureza, de hecho, fue todo lo contrario. Un cúmulo de sabores que no había probado, unas caminatas con determinación hacia un cuarto desconocido, el sol pleno coqueteándolo a la flojera a ver si desistía de tomar de ese río, ese río que la trajo por más de un año a tantas cosas que hoy quisiera descifrar mejor. Y es como diría L, una sublimación terrible que encontró el mejor para satisfacerse.
Entonces conoció la arena entre los dedos, el sobresalto de las olas sobre su cabello, la algarabía bajo el techo de una carpa. Probó de la culpa, del feminismo, de la determinación, cuidó su sombra con egoísmo, sintió el miedo de atraer el futuro más temprano al presente, luego alegría por pensar en que el destino traería cosas nuevas – temerosas – pero hermosas. Se retorció en las sabanas de Marcos, saboreó con temor y luego con suma decisión el bronceado de sus poros. Disfrutó el regalo después de cada amor, el escucharle cantar al compás de esas cuerdas como si fuese una serenata que merecía desde hace mucho. Esa postura suya desnuda frente a las curvas de la guitarra. Puso su intimidad al servicio y le dio la única licencia, esa, la que concede una mujer a un hombre cuando se cree decidida.
Lucía vuelve a las líneas en un abrir y cerrar de ojos. Sabe que esto es un quejido a la territorialidad, un balazo al orgullo y una ruptura a esas ganas de poseer lo que no se decidió tener. Aprecia la nueva sonrisa de Marcos, el nuevo tono de su voz, el aire a futuro que respira sin ella, esas ganas de comenzar en otros terrenos que si darán frutos.
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