Desde que a Consuelo se le secó el útero no tiene vida en el cuerpo, sonrisa en los labios, ni dinero en los bolsillos. Morichalito ya no es el mismo sin “Consuelito la que consuela”.
Dicen que ahogó a sus hijos en leche, que le vendió el alma al diablo, que se baña en sangre en cuarto menguante y que entierra gatos debajo del Moriche. No sé qué de esas historias sea cierto, sólo sé que a la hora en que las plegarias suben al cielo, en la puerta de Consuelo ya hay cola. Hay algunas que nacen con la cordura debajo de la falda, la locura en los pechos y la mentira en el borde de los labios. Hay otros que pagan por mentiras, locura y cordura aunque parezcan disparejas: y así son felices. Por eso es que en Morichalito lo que sobra es trabajo, porque son muchas las necesidades del alma.
Consuelo Ramírez se cansó de venderle besos a amores pasajeros, de acariciar cuerpos rancios y de mover el esternón por unos bolívares. El camino le enseñó lo maravilloso de la vida con cada maternidad y lo efímero de los días con la muerte de sus hijos. Hace años que la flor que le daba de comer, se abrió en dos pedazos y fue intervenida quirúrgicamente, y ya esa rosa... no vuelve a retoñar. Ahora aplasta hojas secas con la escoba por la mañana y mutila las plantas en luna llena.
Hace ya unos días que se agarró de los pelos con Matilde porque Isabelita tiene la nariz “respingaiiita” y no se parece a Roberto. Porque si es de cachos eso sí sabe Consuelo, mucho durmió escuchando los cuentos de hombres fracasados y de los cuernos de fulanita. ¡Cuantos santos cachones no pasaron por la estera de la Ramírez! Es por eso que ella sabe que Isabelita, aunque mucho la quiere, no es hija de su primo Roberto. En pueblo pequeño todo se sabe.
Ha pasado el tiempo y la alfombra de “La que consuela” sigue ensuciándose con las suelas de aquellos que tienen el corazón y el miembro herido. Esta noche Consuelo tiene sonrisa en los labios, vida en el cuerpo y trabaja a honores. Roberto necesita un favor.
Consuelo, Inmaculada (Remedios) Caridad; son nombres que dibujan sobre lo dibujado, realidades superpuestas, el gesto real sobre la mueca y la mueca que prefigura al gesto. Algo enredado y cristiano, una mano junto al muro Trabajas esa atmósfera sórdida y húmeda que se puede leer en un relato de Meneses o de Garmendia el Salvador. Me recordó a Tan desnuda como una piedra. Buen trabajo.
ReplyDeleteeste ya lo habia leído antes
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