Maribel no aparenta sus casi 5 décadas. No hay ápice de timidez en su escote ni en sus manos ávidas de dramatizarlo todo. Un lápiz detrás de la oreja, bocetos, una máquina de coser y una Belmont, es lo que requiere para contar su historia.
Clavel Rangel
Resulta que mi mamá lavaba y planchaba en una casa, el niño de la casa que era mi papá, la engatusó. Mi mamá se vino para Puerto la Cruz y allí conoció a un señor. Entonces él me reconoce como su hija. Okey, me crió, me dio los estudios, pero era un señor muy agresivo. Por eso soy una mujer muy nerviosa.
Era muy buena alumna porque no salía a joder por allí, nada. Mi mamá tuvo que dejarlo porque la golpeaba. Tuvo 6 hijos con él. Le dio una gorpisa a mi mamá que no se me olvida. Estaba borracho y quería que mi mamá tuviera relaciones con él en ese momentico. Lo agarré, le quité la correa y correa con él. Le marqué la hebilla. A mi abuela, su mamá, también la golpeaba.
No te digo, ese señor está muerto y yo odio todavía lo odio. Y nosotros tenemos que cobrar una herencia, mis hermanos dicen que yo tengo que perdonarlo para que no las den chama –risas-. ¡Y una herencia de 127 millones! Mi mamá estaba flaquita. Ahora es que habla, se destapó pues, se liberó.
La lengua es el castigo del cuerpo
A los 17 años comencé a trabajar en Gina. Desde pequeña me gustaba hacer mi ropa. Yo la hacía a mano. Mi mamá habló con unos tipos y le hicieron la casita de INAVI en un terreno que le vendió mi tía Mocha. Mi papá 1 año antes de morirse se casó con otra. Me fui a ver a con una tipa y me dijo: “esa mujer le tiene un trabajo debajo de una mata de mango pero ya eso lo sellaron y por eso se está pudriendo”.
Yo era muy viajera, me fastidiaba en un solo sitio, era libre como una mariposa, como dicen que los virgos son libres. En ése ir y venir me consigo con un odontólogo que estaba bien bueno. Yo tenía 20 años. Mi mamá me decía: “Te van a venir cogiendo poray y no te vas a dar cuenta”. “A mí me coge él que yo quiera no el que quiera” le decía yo. Y como dicen, la lengua es el castigo del cuerpo. Así fue.
Bueno total, llegamos a su casa. Bonita la casa, porque yo antes me codeaba con gente de caché. Vieras una foto que tengo por allí con Fernando Carrillo, él no se acordará de mí pero yo sí me acuerdo. Bueno cuando yo me despierto estaba en la cama, desnuda y cogía. Él me sedó pa’ poderme coger, y así me lo dijo. Mira yo me volví loca de rabia. – Enciende un cigarro, “¡Señora Maribel!” se escucha a los lejos, “es el turco” dice ella riéndose en voz baja “pero no tengo rial”- .
Bueno cuando me entero que estoy embarazada no hallaba como decírselo a mi mamá. Mi mamá me dijo: “¿Y cuál es el problema? yo también estoy embarazada”. “¿Qué?” -le dije-“¿Del pelao?” Mi mamá se enamoró de un carajito. Tenía 17 y mi mamá 43. En vez de mi mamá formarme un merequetengue yo se lo formé a ella.
Me molesté, agarré mis corotos y me fui pa’ caracas a una pensión. Allí trabaja en una colchonería en Sabana Grande. Cuando me faltaban 2 semanas para dar a luz me vine para Puerto la Cruz. Seguí trabajando en la zapatería. Conocí el papá de mi segundo hijo, de Leonar. Un catirote, buenmosote, con los ojos verdes. Venía pasaba dos días y se iba a trabajar, bueno eso era lo que yo creía porque de repente descubro que el tipo es casado. Se fue Carlos. Yo no sabía que estaba preñá.
¡Ay Mana!
Me retiré de la zapatería porque me ofrecieron un trabajo que me iban a pagar más. Conocí a un negrito, era muy educado, era barman. Estaba bien bueno el negro, estuve de novia como 1 año cuando entonces descubro que el tipo es gay. Cuando se tomaba las cervezas le gustaba que se lo puyaran.
¡Ay mana! -se muerde las uñas y lanza la colilla- El negro me compró hasta un anillo de compromiso, por primera vez un hombre me pide la mano. Me fui para su trabajo caminando, llegué allá y le dije: “Hoy tú me coges porque me coges”. Llegamos al motel, me quité la ropa y él parao. Bueno ese hombre no levantó ni una ceja. Y yo estaba buena, porque estaba jovencita, y lo toqué por aquí por allá, le hice aquello lo otro, y nada. Le dije: “¡Viste! que sí eres marico”.
Me cambio de la panadería para una pizzería. Entonces yo tenía 28 años. Me presentan al lunchero y le digo: “Ujum, cara seria culo rochelero”. Yo era pasadísima. Y bueno en verdad era así, sí tenía culo rochelero. En verdad yo fui la que lo enamoró a él. Nos empatamos, el hombre fino, buenísimo. Nos fuimos a casa de mi mamá. Allí ya yo estaba embarazada de Cristhian, y no trabajé más. Mi mamá me regaló esta máquina, costó 19 mil bolívares.
Tenía 19 años con él. Hasta que una vez encuentro a Raúl con el hermano de una amiga mía en la parte de atrás de la casa, cuando yo entro veo que Raúl le pasaba la mano por el pecho e iba bajando y bajando hasta que le tocó abajo. “¡Qué!¿Tú eres marico Raúl?” le grité yo. Nos separamos de cuerpo, me quería quitar la casa.
Los negros ni pa’ rodapié
Después un amigo de Raúl empezó a enamorarme. A mí no me gustaban los negros ni pa` rodapié. Se llamaba Armando, eso sí que era bueno para convencer a las mujeres. Me convenció para ir a Margarita y a las cinco ya estábamos en Puerto la Cruz de regreso.
Se paró en frente del motel, entramos en la habitación y… -suspira, toma un silencio, se sonroja y se ríe - Se ventaron todas las estrellas. No lo voy a negar, yo veía estrellitas, es el mejor amante que he tenido. Ese hombre -se perdona conmigo- me hizo llegar 2, 3 y hasta 4 veces, veía mares. Eso me enamoró.
Yo tenía 39 años. Nació mi nieta y la fui a conocer. Cuál es mi sorpresa, él hombre aparece otra vez. Al día siguiente me llamó. Fuimos al motel y ¡Ay dios! –suspira, se queda aletargada -. Eso era muy divino. Yo me puse insaciable. Me volvió como loca. Peleé con todo el mundo, mis hermanos me quitaron el habla.
Di a luz a los 44 años, cuando tenía 45 nos separamos. Se fue por una más joven. Ya mi hija se había muerto. -Llega un hombre, le da un beso “¿Tan tempranero?” dice ella. Enmudece. Mira a los lados, baja el tono de voz y enciende otro cigarro-.
Sufro mucho de nostalgia
A veces pienso que todavía estoy enamorada de él, gracias a mi hija no me maté. ¡Ay! Pero eso no lo cuento. Me vine pa` Puerto Ordaz y conocí a éste -señala con la boca el otro cuarto-. Él ha tenido una vida más perra que la mía. Yo le he enseñado a hablar, a ser educado como yo. Siento que es un trabajo, una misión. No sé. Yo siento que tengo una cajita hueca dentro después de Armando. –Da una bocanada al cigarro y se queda pensativa. Ya no dramatiza con brillo en los ojos, poco a poco se va apagando -.
El problema es que Armando todavía me busca – enmudece por un rato. Entra miguel y cambia el tema, comienza a coser en la máquina -. Con Miguel yo me siento otra, no soy yo, pero sí, soy otra. Todavía camino y levanto polvo. Sufro mucho de nostalgia. Ya tengo 20 años cosiendo...esta maquinita me ha salido buena.
las mujeres aman demasiado,eres muy buena porque plasmas el sentir de un modo peculiar y realista.
ReplyDeleteEsa porción de cosas que leí, sin meditar, me pareció graciosa, sincera -pero con cebo- y resume la historia de muchas vidas, en las que caminamos en paralelo.
ReplyDeleteNelke, yo también conocí a Armando. Tienes razón, era bueno para convencer el negro ese. Era un rodapie pero bien instalado, de ébano.
ReplyDeleteTambién escribí sobre él y en mis líneas, aunque no lo creas, también era ARMANDO.
¿Casualidad? No creo que existe.
Y si no es el mismo Armando, que sí era negro, como tu dices, al menos él mismo cree que lo es. Quizas porque le gusta eso de ser el mejor amante.
¿Tu me entiendes?
Ojalá, pues me encantaría algún día, compartir bitacoras contigo.
Otra convencida por Armando el Negro.
PD. Hemos sido muchas creyendo que eramos una. Así es la vida y creemos lo que necesitamos creer.
Ciao, amiga.