Vamos camino al recorrido y con dos muertos sería suficiente para que sea un buen día, dice el señor Azocar. Más de allí, sería un exceso, que dependiendo de sus causas podría vender más o menos nuestra edición. Me ato a la vida con el cinturón. Arrancamos como un jet de los Supersónicos, atravesando las autopistas en naves voladoras, infalibles, con un rotulado antibala dispuesto a captar todo. Justo en mis rodillas llevamos el aparato clandestino del cual se escuchan vocecitas susurrándose claves, que al punto de “Urano” nos hace girar 180º y desviarnos de la comisaría. Un muerto en el sitio es suficiente para cambiar la rutina. Giramos como un trompo, volvemos de nuevo sobre la vía esperando que la vía nos detenga a situarnos en la raya en donde la muerte es trascendental en un día, un paso de página al siguiente, olvido después. Es casi el martillazo en el encabezado y un caliche las muertes naturales. Dentro de esta comunidad en el que se avizora un degollado, Edgar Allan Poe recreó sus gallinas, salteó sus historias y estas dos mujeres de enfrente venden bien su cuerpo por dos botellas de ron. Les duele el sobrino, el muerto, que acabado en tres cuchillazos no merecía morir así. Me aproximo a las cuatro tablas de madera, penetro en el cuarto oscuro que huele a carnicería, a escasez de carne, tendido en el suelo - humedecido por la sangre- , aparece entre la oscuridad el blancuzco de los ojos amenazando con saltar de dolor, retirándose de Guayana, maldiciendo al cuchillo, a la hojalata, o quien sabe que cosa cortante que atravesó certeramente su yugular haciendo lluvias de sangre. “Merecía morir pero no así”, es el último suspiro de Gisela. No es suficiente para el día, es la constante, es la muerte en el portazo, es la muerte que acompaña a los 10 niños ansiosos por ver al vecino cortado, es divertido quizás, o algo más que recordar, quien sabe, no les golpea tanto como la ausencia de mangos en baja temporada, la muerte - sin mucha cosquilla- es un destino difícil de perder.
Me da escalofrío leerte, yo que veo Venezuela a lo lejos y añoro a cada instante volver, reconozco que me asusta esa realidad tan cerca. Sí, realidad cercana porque aunque yo esté "lejos" mis afectos se encuentran donde pronto estaré.
ReplyDeleteConformarse y dar gracias a los dioses no es suficiente, la pregunta que me agobia es qué hacer.
Terrible!
OA
Ophir,
ReplyDeleteComo diría un amigo "soy impresionable", pero creo que nunca nos dejará de impresionar la violencia. Ése día, cerró con 8 homicidios.