Te dije que volvería a escribir pero no pude. Que era más fácil hacer que conversaba contigo en el terminal – único sitio de encuentro abstracto – para poder recrearte, pero, te esfumaste entre las divagaciones, la última película y la enfermedad del sueño que está dando por mi cama últimamente. Se estropeó todo, el ritmo, la plenitud, el pedazo de desazón que no he dado a nadie y el cúmulo de pendientes que siempre navegan en mi cabeza sin puerto. Sí, porque soy desordenada. Roraima, Kukenan, Tek, Chirica Vieja, el abuelo, los velorios, los entierros, déjà vu, la manzana 1, el retorno, los buses en medio de la sabana, río tek y las ganas de no retornar. Todos en un paraíso de ausencia, de caminos intra e inter, una esperanza para los desaforados, para los amparados en la soledad perpetua, siempre estamos solos, dices. Es cierto. Este ha sido un buen relleno, viajes que fortalecen, ausencias que no pesan, un sabor distinto, un alto para la infamia. El camino es solitario para arribar al destino, eso me dijo Roraima.
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