Los fantasmas del recreo tomaron la casa. Uno, dos, tres, seis habitaron la casa. De espanto en espanto se llenaron los cuartos, no hay precio, no hay llave, no hay programa. Cortázar regaló sus espantos para esta otra casa, musitadora de encuentros, estrecha en lamentos, exagerada en pasados, todo, todo con las puertas abiertas. El maltrato es otro réquiem para la paz de este año, quizás minada de algunas caras, algunos viejos coronando, el mismo retrato entre mis piernas. ¿Quién necesita un murmullo al oído? , si acá silban las mariposas y los gatos vuelan. Tengo la casa repleta de claveles, de flores que dice C son las que llevan los hombres cuando desean pretender. Todo esto ha sido un regalo tras regalo para no perdonarme el descuido y la invasión de ausencias. Dios me dijo en otra máscara que acabaría pérdida en la ruralidad de estos labios, en la pintura dibujando caminos para tapar las cicatrices, que tendría que desenredar el nudo que se fija en la profundidad de cada hebra. ¡Ay! Que amar sin amar sólo tiene perdón en los versos proclives. El terror de cada una de las puertas es un demonio escondido, con una lanza afilada, un objetivo claro. Tendré que acostumbrarme a los besos de sal, no importa, siguen silbando las mariposas.
el surrealismo siempre tiene casas como estas. el tiempo es ahora, lo creo
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