Tuesday, December 02, 2008

¿O cómo se escribe o cómo nace o cuándo se marcha un poema?

Alexis Romero

Siempre he creído y sentido, despierto o dormido, que desde niño le he preguntad a Dios cómo se hacen los ángeles, cómo se hacen los hombres; pero él, en silencio, sólo me ha mirado; y desde niño, me ha dicho que me marche. Así conocí el dolor. Así supe que el dolor era simplemente el silencio de Dios. Dios en silencio. Dios sin respuestas. Dios diciéndole a un niño que se marche. Una vez le oí decir que un poema era la transformación de un cadáver en una luz que espera. ¿Qué espera un poema? ¿Qué espera un cadáver? ¿Qué espera la luz? ¿Quién podrá responderme sin decirme que me marche? Hoy temo preguntarle, despierto o dormido, cómo se hace un dios, cómo se hace Dios.

(…) Y me dolía, me duele, creer y sentir que el poema nace cuando Dios no nos tiene una respuesta y nos convierte en cuerpos que siempre se marchan, cuerpos de eternas mudanzas. (…) ¿Cuándo un grupo de palabras, cercanas o distantes, deciden ser un poema? ¿Para qué le sirvo a las palabras? ¿Qué hago ante ellas, que no sea cerrarle la puerta para que nunca se marchen? Un poema se escribe cuando aprendemos a escuchar el secreto de un río, a veces seco, a veces húmedo, que marcha entre palabras. Y aquí, Dios dice: Yo soy el que nunca se marcha; yo soy quien llena de peces el río…

Esta es la función del poeta; mirar el verbo, tocar el verbo, ejecutar el verbo; para que el poema no quede callado, sino en silencio; para que el poema no se quede, sino que se marche como todos los ríos, hacia arriba: a la casa que habita el lector, el cuerpo que siempre se marcha.

¿Es el poema un grupo de palabras con poder de decisión o un grupo de sentidos que una vez se marcharon y hoy vuelven a encontrarse? No tengo la menor duda que nuestro trabajo es crear las posibilidades para el reencuentro de los sentidos perdidos. Y digo sentido, queriendo decir afectos iníciales, diálogos iníciales; queriendo decir Moisés hincado ante el rostro del sentido fundador.

(…) A Dios no le gusta fracasar, por ello guarda silencio; por ello no tiene respuestas. Fracasemos nosotros: prohibido guardar silencio, prohibido no tener respuestas. Intentemos responder la pregunta permanente y agónica del niño: ¿Cómo se escribe un poema, cómo nace un poema, cómo se marcha un poema? ¿Es aplicable la respuesta al cómo se hacen los ángeles y los hombres? Indudablemente, supongo; aunque tenga que marcharme y no encontrar los sentidos que me salvan del silencio mayor. Supongo.

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