Pedro Enrique Rodríguez en El silencioso vuelo de los peces.
"Ver volar flores, flores de papel, diminutos confetis de colores. Confundir entre ellas los resultados más inquietantes de los exámenes de laboratorio. Las sentencias de divorcio. Las citaciones. Las facturas. No era una mala idea, después de todo. De pronto, algún impulso podría hacer sentir las ganas de dejarse caer. Caer sobre flores plásticas una y otra vez. Con los brazos abiertos".
La voluble tempestad de los corazones tórridos
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