Wednesday, February 06, 2008

Nos vemos en el espejo



La felicidad tiene esa extraña apariencia que se nutre de las sonrisas pequeñitas, de los niños disfrazados, de las indígenas paridas y también, de la abuela partiendo al cielo en un jet privado y una escolta celestial. Ana, la lin lin, decidió irse este domingo. Hizo todo con premeditación y alevosía, hace algunos meses le había dicho que se podía ir tranquila. Pero ella, por alguna razón, - supongo que su condición de abuela - , sabía cuando era el momento adecuado porque alguien allá arriba, con más sabiduría que los de acá abajo, le estaba soplando todo el plan que ejecutó a la perfección. Así que, por unos mesesitos nos hizo creer que estaba con nosotros y en realidad, era una especie de ir y venir cuadrando todo lo que serían estos días. Cuando supe que Ana partió, no lloré, quedé impresionada. Y es casi la misma impresión que conservo aún, veo a Ana con esa felicidad de los niños con sonrisas pequeñitas, no me queda más que un mentol intravenoso de que Ana sigue siendo la mejor. El flash de todo lo que fue, de lo que es. El domingo decidió apagarse y pintarse las uñas del color que quería, llenarse de flores todo el cuerpo, detenerse majestuosa entre los amigos y quedar, para siempre, reducida a las cenizas que tengo hoy en la frente.

4 comments:

  1. para que sirve la muerte? para que los demás sepan cuanto nos quisieron.

    ReplyDelete
  2. Mi sentido pésame Clavel. Es muy hermoso lo que has escrito, pude ver y sentir todo con claridad aunque no estuve ni estoy ahí. Esa es la magia de la escritura, tu la conoces bien, un abrazo, nos vemos pronto.

    ReplyDelete
  3. Lo realmente importante cuando un ser qurido nos deja, es tener la capacidad de mantenerlo vivo en nuestros corazones.

    "Saludos Monocromáticos"

    ReplyDelete
  4. Te queda la felicidad de esa foto,su paso eres tú también.Es increible verte esa cara,y esa gaviota que es tu boca,fiel reflejo heredado.

    ReplyDelete

Falto yo

Escribo retazos por todas partes, en uno, dos, tres cuadernos en todos falto yo el fuego de siempre, este largo suspiro que no...