He venido aquí desde otras latitudes y mi libertad parece
que nace en el espacio entre la palma de tus manos y mis caderas. En mi cuerpo
de plastilina, en la estrechez de tus
brazos haciéndome cuna, en la yema de tus dedos en el borde de mi cintura.
Pero he venido sola a encontrarme por estas guaridas y
llegamos acá al término de una noche sin iluminación. Me pierdo tantas veces en
estos labios, o los otros, en verme siendo feliz a un son cubano, sintiendo tu
mirada, sintiéndote a ti o a cualquiera mirándome con avidez infinita, trayendo
a ti mi cabello o derrochando cada deseo de este cuerpo extraño.
He pensado que eres
varios, que no eres tú sino el retrato de alguien con quien no me encuentro por
alguna razón. No lo sé. Este texto lo escrito a pedazos. Como una confesión y
luego he querido que sea como una carta de despedida, de esas despedidas que
tantas veces nos hemos prometido. En el borde este abismo, como te he escrito
tantas veces, quizás no seas tú. Quizá sea esta mezcla de escasas libertades,
de sobrevivencia infinita, de terror con el que lidiamos a diario de que le
ocurra a alguno de los nuestros las miles de probabilidades que son posibles en
este país… nuestro país.
Estoy en mi propio exilio. Una especie de destierro que he
querido transitar para ordenar mis pasiones, y esa forma oscura de que
terminemos siendo, lamiéndonos los dedos en esa calle oscura de vuelta a casa.
Y aquí, donde he decidido guarecerme, asaltan otras pasiones
y el deseo enorme de abrirme en ti.
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