Tuesday, May 30, 2006

Las moscas tienen fiesta en casa con el cáncer. Juegan, murmuran, desayunan, construyen historia, gritan y dibujan cosas en el aire. Es una parranda que sólo ellas disfrutan con la paz de los muertos. Ahora ellas, como centinelas del cuerpo ángeles negros de la desidia cómplices del cáncer, son cómplices nuestras también.


En casa hay silencio en suspenso desde que el agua nos comienza a llegar a los pies, quedan pistas por doquier de lo que no se hizo. Mi tía Chela dice que ésta es una enfermedad de los valientes y de los que sádicamente purifican su cuerpo. Lo cierto es que en donde nunca se estuvo se celebra lo que no hay, lo que nunca vimos.

Hay sombra en casa desde que tenemos visita sin avisar. Desde que a los vecinos les dio por hablar de lo que les duele y contar su historia. Somos dueños de la sombra desde que el pasado es más largo y desde que entendemos menos el presente. A veces, cuando entiendo más, son más años los que llevo encima.

No hay paz en casa desde que conozco la historia. Desde que el otro tiene nombre y las fronteras son más amplias. Por eso la paz murió cuando la indiferencia también lo hizo. ¿Quién puede ser feliz con el dolor de María?, quién es feliz devorándose.

Hay un vacío abierto desde que en la tumba cabemos todos.




La paz murió
cuando la indiferencia también lo hizo






Tarde
Antes de que sea demasiado TARDE

Friday, May 19, 2006


Ausente

Estás ausente.

Ausente en mi memoria como una cubeta vacía. Regresas de las tinieblas en donde no hay nada, con frío en los dientes y en blanco… como si fuese ayer. Ya no estás y no estoy. A veces te asomas – sin saberlo – por un barranco profundo y solitario; estoy yo con interrogantes y respuestas - que no dije - por jugar a lo seguro y al presente. Tengo el juego ganado, en haber, apologías para el pasado… sólo ellas quedan. Pero te asomas como escarbando entre las hojas, porque más es el polvo que la fuerza de las palabras que por allí duermen.

Estás ausente.

Ausente en una página en blanco como soldado en guerra perdida. Apareces de los sin nombre en donde no hay gente, con identidad oscura y limpio… como si fueses nuevo. Ya no hay camino y no lo habrá. A veces te olvidas – sin saberlo – y me sepultas en el desfiladero de carcomías y cuchillos; estás tú, rescatando a los corazones de escarcha – que no viste – por ser de otoño y yo de invierno. Estas letras son mías, te digo, los derechos son mi deuda… la pertenencia es mi tesoro. Pero apareces como abogado entre este caso, porque más es lo vivido que el temor a alguna ley.

Estás ausente.
Quédate en ausencia.
Anúlate
Y así,
seremos dos.

Sunday, May 14, 2006


El futuro en los dedos

Le escribo a la carta que se auto escribe. Al pasado enmascarado de presente y a las mentiras ansiosas de crecer. Le escribo a las flores de papel que en su artificialidad han dado retoños más verdaderos que tú fe. Le escribo al cliché enjuiciado y perseguido que en sus derechos se le negó nacer. Le escribo a la primera persona disfraza de tercera por atribuirle a los demás los sacos de papa que le tocó llevar. Le escribo a la misma carta de inquilinos cínicos, negados y exiliados de esta patria a la fuerza, que dejó páginas en blanco con la sola inscripción de “tentación” a pie de página.

Lucía cuenta

Conocí a un tipo del que no supe nombre. Constaté que era como aquellos pájaros que nunca vuelven a ver la tierra parturienta y madre. Supe que volvería a nacer después de eso. Me sentí libre con mis alas de aluminio, pensando en huir de raíz en raíz y haciendo patria en tierras feroces. Desde entonces he visto muchas caras, tantas que no caben en maletas ni en los sueños que me he negado a tener. Soy feliz tocando tierra a instantes y dándome cuenta que la vida de terrícolas no es lo mío. Los hombres justos y enraizados no me pertenecen. Hice un pacto con el cielo y desde allí, obedezco a los hombres transitorios como yo… etéreos, sin masa y con muchos destinos en el pasaporte pero sin destino en los pies.

Sunday, May 07, 2006


Igor Mitoraj, Lmatita su carta, 1986
a notte di San Lorenzo,


Obituario a la carta

Hay cartas que se han escrito repetidas veces. Cartas, que por cierto, nunca se envían. No se envían, más por las hojas secas que se alborotan que por el giro que puedan dar las palabras que duermen en ella.

Falto to

Escribo retazos por todas partes, en uno, dos, tres cuadernos en todos falto yo el fuego de siempre, este largo suspiro que no...