Tuesday, November 17, 2015

Y conté el sueño en voz baja

Lo había soñado unos meses atrás. Amanecía. La madrugada era pegajosa,  fría y nos separaba una mesa de plástico barata blanca. Estábamos cansados, en la intemperie y en el fondo sonaba apenas una cortina musical a la que ya casi nadie prestaba atención.  
Hacía unas horas que lo que aparentábamos había muerto y solo quedaban restos en la sinceridad de la madrugada. Era una fiesta acabada que nadie se atrevía a terminar.
No estábamos juntos siquiera. Pensábamos, incluso, en otras personas, en el mar de dudas que nos asaltaban una década después o un período suficientemente largo como para que decenas de historias nos hubiesen arrastrado, como para haber hecho familia en ese huracán, pero allí estábamos. Coincidentes, como antes, agotados en la madrugada de una parranda que todos se negaban a terminar.
La conversación era infructuosa y cada detalle de ella parecía a esas alturas irrelevante. Nos separaba esa mesa blanca, un kilo de prejuicios y un silencio espeso, pesado como una toalla mojada y confuso en ese rápido recuento de episodios que siempre callamos.  Entonces nos alzamos levemente, con la parsimonia de un descubrimiento incipiente, colocamos los codos en la mesa y nos inclinamos hasta completarnos en un beso.
Era un reencuentro tardío que sonaba a por fin, a una vida de espera, a un puerto seguro, a final de camino, a revelación en la constancia y en lo sucesivo, también, a un coro de Handel. Todo lo que había sido hasta entonces parecía nublado, como si este episodio breve se llamara felicidad.

Entonces desperté. Escribí par de mensajes y conté el sueño en voz baja


La voluble tempestad de los corazones tórridos


Pedro Enrique Rodríguez en El silencioso vuelo de los peces.  
"Ver volar flores, flores de papel, diminutos confetis de colores. Confundir entre ellas los resultados más inquietantes de los exámenes de laboratorio. Las sentencias de divorcio. Las citaciones. Las facturas. No era una mala idea, después de todo. De pronto, algún impulso podría hacer sentir las ganas de dejarse caer.  Caer sobre flores plásticas una y otra vez. Con los brazos abiertos".
La voluble tempestad de los corazones tórridos


Sunday, November 15, 2015

Y cuando vea que vienen las sombras...

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Nombrar

Estoy repleta de ti
somos cóncavos.
Nos enlazamos enseguida, 
el mismo llanto
la absurda claridad de unos días
se ahoga en tu cuello.
Detesto las palabras cuando me toca
nombrar… nombrarte, 
definirte
no quiero nombres.  
Tengo al Caroní en el horizonte
y a ti en la espalda
Me siento repleta. 

Falto to

Escribo retazos por todas partes, en uno, dos, tres cuadernos en todos falto yo el fuego de siempre, este largo suspiro que no...