Saturday, June 30, 2007

(22 Paréntesis)


(Transcurren las horas, yo no conozco cómo se hace esto desde hace tiempo, no sé cómo se colocan las velitas, ni se prepara el día en las ausencias. Prometí no quejarme, no lo haré, me morderé la lengua hasta el cansancio, aprovecharé este paréntesis sólo para mí, en sus instancias intensas, la pausa o lo veloz de este día que comienza; siempre recuerdo la fotografía de mi primer año casi planeando sobre la torta de piña, también se puede decir volver a comenzar, resetearse, armarse con lo que queda o con lo que acumuló y manosear la vida. Hay que celebrar, por supuesto que sí, no hacerlo es malcriado, aunque no es lo justo, no es el deseo, sucumbirá como el resto, acabará como los últimos, quién dijo que los paréntesis son cortos, este es un prolongado paréntesis donde no soy yo, soy un manojo de quejas, que este silencio no es más que no saber cómo empezar, que golpeo todos estos trastes, los ápices de calendario con el uno gigante marcado en rojo; una excusa para estar peor, es mi harakiri, 12 giros que he firmado…, este día no sabe prepararse sin ti, no soy yo, es el día que no sabe cómo hacerse sin ti. Efectivamente: error fatal)



II

Dentro de esta vitrina se ven las camisas azules pasearse en las guaguas de madera, bailando los culos jóvenes al ritmo del bumbá; se graduaron y están contentos. Comparto la mesa con un infortunado que se ha quedado sin una, visiblemente escuálido – diría el panzón – visiblemente guapo, diría yo. Me esmero en asquearme del gobierno una vez más, presumir de las teorías, de la contemplación. El flaco se ha ido, emigró hacia la franquicia vecina. Dos gringos entran al recinto con sus bolívares en mano devaluados, millonarios al canje. Quisiera conocer la trinchera del flaco, ¿será rojo rojito? – pienso – no lo confronto, empiezo a hacer los comentarios propios de cuando se quiere desenmascarar. Sabe que no es guapo, tampoco es necesario que lo sea, se cuida de los comentarios, hasta ahora absolutamente indescifrable… y los indescifrables tienen un 80% de rojitos. Resultado del silogismo: asumo su bolivarianidad, me estremezco en la tolerancia, en la indefinición.

Emprendemos el regreso a la oficina de extranjería de oriente – así dice el cartelito – el despelote abunda como era de esperarse. Los niños lloran, algunos ya han pasado misteriosamente, los incrédulos salimos a comer, pero los incrédulos no se equivocan de sede, es decir, no todos. Vuelvo al acto contemplativo de escuchar las quejas, observar los rostros, someterme a la observación cuál trabajo de campo, olvidar que es mi anhelo también, morbosear con la situación. Ya hemos subido un piso, estamos más cerca de la cumbre, no pasa mucho tiempo para alcanzar la cima. Paso la primera estación de la ginkana, el anillo definitivo, el torniquete necesario, la vuelta de camino, el punto decisivo que obtengo con éxito, sólo falta la inmortalización de mi sonrisa de turista. Todo se convierte en escenas bizarras, morbosas en realidad, podría sonar al fondo un violín… algún saxo, deleitarme antes del matadero, de la cámara de gas frente a la cámara digital. Queda una persona delante de mí, luego vendría yo; me acomodo el cabello, me quito los zarcillos, son las cuatro de la tarde – después de todo no fue tanto – sonrío, me siento afortunada en la cima del Everest, podría gritar ¡libertad, libertad, libertad! Hondear mi bandera, proclamarme libre antes del sello, del papelito con el pase. La chica rojita se toma su tiempo, se detiene en los datos, los corrobora. Es simpática, no es una bolivariana cualquiera, parece disfrazada en realidad, dentro de sí hay un funcionario bueno, educado misericordioso, un tesoro. Siento que se apagan los aires, es un pause en el tiempo, su voz es distorsionada y mo- du-la con l-e-n-t-i-t-u-d- Alza su mirada, me mira con pena… es la mirada de un pésame, de lástima – o quería reírse, quien sabe, yo pude haberlo hecho -. “Señorita, su cita no era aquí, fíjese en el papel. ¿Viajaste desde allá? ¿Pagaste por esto? es una pena, me gustaría ayudarte, pero no hay nada que hacer”. El Apocalipsis, las langostas invaden la habitación, las siete plagas hacen gala de su mito, se ríen, gritan: “¡sí existo, ¿ves?!”, el 29 se estrena, suenan el bombo, los platillos, la orquesta está en do mayor, un tenor sostenido, esto es una opera, un efecto especial de Spilberg logra acabar con las computadoras, sacar una metralladora, agujerear cada punto de la palabra P U E R T O O R D A Z, sadiquear con la escena, quiero reírme aterradoramente, halarla por cada hebra de su cabello y suplicarme que me ayude, he gastado 300 mil bolívares devaluados, devaluadísimos de mi haber, un saldo en rojo para mi debe.

Bajo las escaleras, desciendo de La Vega disfrazada de Everest, cada escalón se desvanece como en Alicia en el país de las maravillas, un chiste cruel no es tan grueso como esto, el día sí podía ser miserable, el 29 sí pudo ser excelso, los vaticinios… el palpito de nuevo tuvo su estocada, el presentimiento es desgraciado. Desciendo, estas calles son extrañas y no encuentro destino, no sé irme si volver y llorar. Ruedo unas cuantas calles, me gritan cosas, a esta hora las calles están inundadas de negocios informales, de casanovas de bar, coquetos con guardacamisas y piropos cochinos, es una escena cruel. Lloro, no me da vergüenza llorar, debo asumir mi estupidez, entender la lección… alguna oculta lección indescifrable como: “sé bueno y lee antes de viajar” o “sal de tu abstracción y despierta a la vida”; alguna cosa así, no sé. Siempre racionalizo, puedo presumir de ello pues soy experta… hasta en las peores situaciones, como por ejemplo. Me escuerzo en sacar alguna moraleja, una moraleja que vaya más allá de mi estupidez, me es un intento en vano. Asumo el fracaso. Deambulo algunas calles de mercado, negras, las paredes son negras, las aceras están negras… todo es oscuro, vuelvo sobre una calle una y otra vez; los nativos se dan cuenta de que estoy perdida, notablemente afligida y derrotada. “Señor (snif snif) ¿dónde se agarran los carritos hacia Puerto Ordaz?”. Hace gestos con la mano y detiene a un flaco colombiano – vete con él – impera. Atrás he dejado al flaco, supe su nombre: William. Espero en una pollera mientras el Cielo azul se llena, el llanto es mi consuelo más próximo, algún galán de pollera se esmera y me alcanza una servilleta, la cual restriego contra mi nariz, - ¿es algo grave? – pregunta. Quiero amenazarlo, alzarlo, colocarlo contra la pared y gritarle que vuelvo a ser una mortal sin pasaporte. Pero detento mis instintos y asumo mi rostro de jovencita protegible, y le hago entender que no es nada grave. Frente a mí, resaltan los cabellos dorados de los dos gringos de la franquicia, asumen una fila de gente que regresa a su trabajo con bolsas llenas de tomate, papas, papel sanitario, galletas… ¿a dónde irán?

Friday, June 29, 2007


I

A las 4 de la mañana el amanecer se acerca a los ojos, puedes predecir el día, pero no lo haces. Apuestas a lo bueno, a que lo mejor pasará. Me sumerjo en un viaje, voy con gente distinta, en un carro distinto, con un señor extraño que nos lleva reunidos por cuatro horas. Uno va en esos carros dispuesto a todo, desconfiado o confiado de que llegará a su destino, acompañado de rostros que nunca más volverá a ver, compartiendo unas horas minúsculas pero causales, asomados a nuestras quejas, a nuestros desmanes, motivados o esperanzados en alcanzar la meta, y eso es lo más gratificante. Yaces en el asiento, la vida es corta en ese instante, uno piensa que puede morir instantáneamente en el coliseo de gandolas, sería rápido, instantáneo, o cruel… puede que uno quede mutilado. Pero uno cierra los ojos, la vida hoy no puede ser tan miserable. Hoy se estrena el 29. Abres los ojos y estás en tu destino. Lo suficiente como para haber olvidado a esta ciudad- pueblo derruida en el centro, prostituida y reivindicada en el mar. Y estando en ese instante con una suerte de independencia comprada o circunstancial, me encuentro con un hombre que será mi compañero del día, compañero sin nombre. Ninguno de los dos nos atrevemos a preguntarnos nombres, no es necesario estrechar las manos, ni nos detenemos en el rostro, comprendemos o tenemos la certeza de que compartiremos el día irremediablemente. No chistamos, no se puede chistar por todo. Bastante fue a ver sobrevivido al toreo de las gandolas, a las banderinas, al hampa organizada, a los piratas de carretera. Es una aventura que tiene un fin, atemporal pero cercano, ilusorio, sí. Arribamos a Puerto la Cruz.

Comienza la travesía en la cola, los alborotos del que quiere colearse, el folcklore de los funcionarios policiales, el teatro de los sistemas caídos, los sueños de vuelos, sonrío… debo sonreír, leer un buen libro en el trayecto. Supeditarme a los avatares de las listas, ni modo, confiar en el sistema. Pasan las horas, esperamos que transcurra el tiempo en el que debemos fiarnos, las dos de la tarde. Caminamos algunas calles persiguiendo el mar, detrás de las casas derruidas se muestran unas palmeras, generalmente indicio de playa. Llegar allí es un reencuentro con los 10 años, con las noches de boulevard escapada de las manos viendo a los peludos fumarse las hierbas mientras las olas rompen el muelle. Detenerme allí hoy, es ver a 7 enamorados manosearse las espaldas, escribirse con la lengua, grafittis en las mejillas, aventurarse a la salida de clases detrás de una palmera y amarse como si el cuento durara toda la vida. Creerse infalible y groseramente adulto. A mí lado está el flaco, el mismo sin nombre, amablemente o resignado me acompaña frente al mar, los barcos cruzan el horizonte, van y vienen, coquetean con la playa. Las perras preñadas dejan su huella en la arena; todas tienen el hocico seco, las tetas hinchadas y los ojos saltones, tienen esa raza particular de los cascos como estos, carcomidos por la sal. Frente a esta vista todo vale la pena, el sobresalto en el auto, los baches, la aventura, las sucursales irónicas, los policías inurbanos, incluso el flaco que me acompaña. Son las doce, aun el sol no golpea, las amenazas de lluvia - en este costado - son más sutiles que en la ciudad del hierro, nos rasguñamos los bolsillos para almorzar, lo cual supone otra fila más de seres vapuleados – al menos yo, podría incluso incluir al flaco – para comer en una franquicia; la novedad de la Copa América en este hueco no ha dejado ni una calle asfaltada, apenas hay toldos rojos, ni siquiera la preocupación de vociferar con el unicolor, esta ciudad está triste o embelesada a la orilla del mar con la compañía de cualquier ron.

Thursday, June 28, 2007

Tertulia

La gente se está matando/ la vanidad está matando a la gente, Aura/ si tu pones una venta de algo ya la gente te envidia/ mi esposo era policía, lo mataron unos balandros en Caracas/ ¡mi rooopa! se va a mojar/ mayor aguacero/ a Josefina lo que le dio fue un ACV/ aun no le veo el queso a la tostada/ uno trabaja para sobrevivir/ los hijos creen que uno siente abajo.. no que va/ mil bolívares que te metas en el bolsillo eso ya es ganancia/ yo lo que no quiero es mojarme/ estoy metida bajo un techito/ con estas canas mijita…. / cierra la ventanita/ me colie en la Copa América/ el rancho se me estará inundando/ entonces ahora la Copa América… ayer se fue la luz tres veces por mi casa/ ¿quién te paga los coroticos?/ no manita, ojalá me consiguera un hombre como el tuyo/ mejor es no dejar herencia/ Israel todavía vive, sabías?/ yo soy jodida/ en el 79 cuando invadimos estas casas yo tenía un barrigón/ uno ha pasao vaina/ toditos se me quieren meter con la mujer en la casa/ querer un hombre, eso no es putería/ mi mamá siempre decía: “en la casa siempre hace falta un hombre”/ eso es verdad.

Wednesday, June 27, 2007

Nunca son mis pasos

HOMBRE PRESO QUE MIRA A SU HIJO

Mario Benedetti

Cuando era como vos me enseñaron los viejos
y también las maestras bondadosas y miopes
que libertad o muerte era una redundancia
a quién se le ocurría en un país
donde los presidentes andaban sin capangas
que la patria o la tumba era otro pleonasmo
ya que la patria funcionaba bien
en las canchas y en los pastoreos


Realmente botija no sabían un corno
pobrecitos creían que libertad
era tan sólo una palabra aguda
que muerte era tan sólo grave o llana
y cárceles por suerte una palabra esdrújula

olvidaban poner el acento en el hombre

la culpa no era exactamente de ellos
sino de otros más duros y siniestros
y éstos sí
cómo nos ensartaron
en la limpia república verbal
cómo idealizaron
la vidurria de vacas y estancieros

y cómo nos vendieron un ejército
que tomaba su mate en los cuarteles

uno no siempre hace lo que quiere
uno no siempre puede
por eso estoy aquí
mirándote y echándote
de menos
por eso es que no puedo despeinarte el jopo
ni ayudarte con la tabla del nueve
ni acribillarte a pelotazos

vos ya sabés que tuve que elegir otros juegos
y que los jugué en serio

y jugué por ejemplo a los ladrones
y los ladrones eran policías
y jugué por ejemplo a la escondida
y si te descubrían te mataban
y jugué a la mancha
y era de sangre

botija aunque tengas pocos años
creo que hay que decirte la verdad
para que no la olvides

por eso no te oculto que me dieron picana
que casi me revientan los riñones

todas estas llagas hinchazones y heridas
que tus ojos redondos
miran hipnotizados
son durísimos golpes
son botas en la cara
demasiado dolor para que te lo oculte
demasiado suplicio para que se me borre

pero también es bueno que conozcas
que tu viejo calló
o puteó como un loco
que es una linda forma de callar

que tu viejo olvidó todos los números
(por eso no podría ayudarte en las tablas)
y por lo tanto todos los teléfonos

y las calles y el color de los ojos
y los cabellos y las cicatrices
y en qué esquina
en qué bar
qué parada
qué casa

por eso ahora
me podés preguntar
y sobre todo
puedo yo responder

uno no siempre hace lo que quiere
pero tiene el derecho de no hacer
lo que no quiere

llorá nomás botija
son macanas

que los hombres no lloran
aquí lloramos todos

gritamos berreamos moqueamos chillamos maldecimos
porque es mejor llorar que traicionar
porque es mejor llorar que traicionarse

llorá
pero no olvides.

Monday, June 25, 2007

Friday, June 22, 2007

Esta habitación está vacía, más vacía que siempre con el trabajo acumulado. Hay cinco pedazos de torta sobre la mesa, una torta de harina vencida; la universidad está vacía, los patos tienen sexo, copulan en la laguna, yo los veo por la ventana; en algún momento se multiplicaron y son 17. De esta ventana me gusta el sol intrépido a las 5:28 pm, es delicado, tiene un obsceno color naranja; en esta oficina hay un punto y aparte, tiene su desplazo en las paredes. Hoy es viernes, le temo a los viernes que incendian la semana y borran la página, le temo a esa llegada sin premio; recuerdo los viernes viejos, el calor calando en el cuerpo, la contaminación migrando al este, los ocasos sicodélicos, la intersección en Los Bucares con el mismo destino, Río Negro aproximado a las costillas, el hogar roto. No tengo coincidencia, se van perdiendo en el semáforo en rojo; tropezamos en los semáforos, llevamos las ventanillas abajo siguiendo el curso, dando vueltas en u, entrando y saliendo de la vida en recuadros. Y yo estoy cerca, asomada a los instantes, murmurándome valentía en la psique; condicionándome a la circunstancia violeta. Estoy vacua, funesta, atropellada, patética, sádica. Recuerdo este instante, nuestras ventanas vecinas, las letras de canciones que toman sentido titánico, el batallón de recuerdos; las docenas de días “D” que se avecinan, la invasión del fin de semana. Aparecen cosas de este mundo y hoy no me provoca estar sola.

Tuesday, June 19, 2007

Nos amarra lo convexo, si pudiésemos batir las lenguas y vaciarnos las ganas, tendríamos tres rabias más, sería menos árida esta garganta con sus palabras de amor secadas a la intemperie. Pero a nosotros nos amarra el deber, nos cuesta demasiado el guión no estructurado y preferimos los rellenos de distancia que los errores. Me falta poco para soltar las lagunas, ésta represa en el pubis, soltar la humedad y abalanzarme sobre tu cresta de poca espina.

Wednesday, June 13, 2007

Me voy en bus


Es absurdo este círculo solitario y ridículo. Cuando logro soltar el cuerpo me muero de carcajadas por las llorantinas de los viernes y los sábados libres, me muero por el confisco de las horas al deber, me muero en tres canciones, me absorbo en los bordes de este círculo. Me quedan estos ojos grandotes con sus raíces rojas en la cornea, el limbo de la mañana. Estoy comprendiendo que de prisa es menor el ardor al despertar, que en la tarde es preferible no escuchar, que en la mañana calza todo rápido si no me miro al espejo, y en la noche es preferible amordazar el cuerpo a las sábanas. Todo es cal para estos huesos, limón y sal para el trasnocho. Estoy vaciando la cosquilla en el abismo, memorizando sus paredes resbalosas con su claridad inalcanzable, recordando textual que nunca hay que detener el curso por el otro, que así lo dijiste, así debí haber hecho. Más el amargo es necesario para rescatar el dulce… Me abruma la sensación de emancipación por las dos caras; me gusta dormir en los buses, dormir en donde me agarren los parpados caídos y las verdades ávidas de contarse en sueños. Hace días que no recuerdo con claridad la entrada y el final, he perdido el atino de la conciencia al levantarme, he perdido mucho que no quiero recobrar, quiero rescatar de lo que he perdido. Faltan cinco paradas para el destino. El transporte va veloz con sus trovadores guindando cantando las paradas, recogiendo las monedas. El bus está repleto de colores, de jóvenes que van a la universidad sumidos en su deseo, de manitos blancas por 10 millones, está inmenso de silencio de las cosas que no se dicen. Yo quiero gritar que estoy sola, que me gustaría irme lejos, que haremos el ridículo con la Copa América, irme lejos con mi maleta de nostalgia y leerme los 4 libros en espera, tomar chicha, engordar y saltar de este hueco de presencia. Quiero pensar que este domingo no olerá a San Jacinto, que tendré unos 22 felices. Yo alborotaré los cielos y permaneceré inmune, con el tema agotado saltando de este bus eterno.

Thursday, June 07, 2007

Re-cuento


Foto: Nelke

45º

Tengo la gracia de la vida en un ángulo de 45 grados. Las semblanzas a toda prisa y una mirada veloz al pasado (por si caso y a veces). Todo será una línea nueva con sus indiferencias, sus trenzas sueltas y las particularidades de la partida, el frío en el estómago, las mariposas “que no se sabe donde mueren”. La victoria de la ficción- libertad como una figura abstracta, más abstracta de lo normal en los menoscabos de la costumbre, la costumbre que acaba, que agota, que en fin… es una mezcla de los conceptos en el tamiz: libertad, guión, democracia, soledad, negación, futuro, responsabilidad, desafuero, pasado, pluralidad, amor. En este tonto pedal, las analogías al amor y al desamor son una terapia que no triunfa, el tendón halado es una autoflagelación. Me gusta lo repleto del tiempo, la exageración de funciones, el no tiempo para el sí tiempo, las caminatas hasta la noche, el final sin final, la ausencia de análisis para estos días porque no puedo. Que me toque después cuando recupere la flexibilidad de mis extremidades, la libertad de mis hombros y entonces será la limonada helada esperando a las cinco de la tarde. Aun quedan muchos hilos por cortarse, y francamente, me siento orgullosa de haber soltado algunos cinco en los días que van, y seguir naufragando sin tormenta hacia los hastíos de la vida. No llegará cuando en mi espacio haya recuperado las cinco letras, las imparcialidades, la libertad de los ojos fríos ante una situación que se vomita en palabras, una llave que sigue derramando el mismo cuento en una exageración por comprender en segundos. El punto: hacia dónde voy sin sopesarme en su verbo, acciones que pretenden ser un consuelo para esta siembra con sus frutos. Pues yo prefiero el silencio. Cuando decidió no regresar yo volví forzosamente a mi centro, y desde acá se marca el punto y aparte, con títulos distintos, con historias que se sinceran sin remordimientos en el canto de consignas. El golpe en el pulmón es una catarsis para el nido. El golpe en el pulmón es el rescate del aliento, de qué sirve la mentira del orden, del centro que no es centro, porque no hay paz. No hay paz ni en los límites de este país, ni en mi redondo epicentro. Que casi todo tiene un shortcut a otras fronteras que ya no me pertenecen. Me siento como conquistador sin su bandera, a media asta, a medio amor, a medio horizonte. Con cada pisada hay una consigna, con cada marcha hay un rescate de libertad, con cada metro es una rabia menos trascendental que puedo reconocer. Cuando comprenda este puñado de palabras sin su verbo, habrá otro cuento, un ángulo de 90 grados, un lente distinto y un re-cuento de los verbos estacionados en la banca.

Falto to

Escribo retazos por todas partes, en uno, dos, tres cuadernos en todos falto yo el fuego de siempre, este largo suspiro que no...